martes, 9 de octubre de 2012

"LOS GUAYACANES DE JOSÉ"



LOS GUAYACANES DE JOSÉ   
(M. Bruque García)



Cuenta la historia que dos vecinos: José  y Teodoro tenían las fincas  colindantes y siempre  andaban con  problemas de relación, debido a que Teodoro siempre estaba pendiente de lo que José hacía o decía pues no soportaba que pudiera hacer las cosas mejor que él o tuviera éxito en algo que hiciera.
Un buen día José se puso a desmontar un trozo de terreno que tenía baldío y decidió sembrarlo de guayacanes, (árboles de madera noble preciosa) pensando: este terreno no sirve para nada, haré una buena plantación y pasados bastantes años, mis hijos o mis nietos podrán tener aquí una gran reserva económica, pues cada árbol puede llegar a tener un precio muy alto.
José, pensaba a muchos años de distancia y organizó la plantación, dejando un buen espacio para que cada árbol pudiera echar raíces profundas y amplias; cavó un hoyo de más de un metro de hondura, para que los árboles tuvieran bastante profundidad  y estuvieran bien anclados en la tierra con unas raíces profundas…
Teodoro que vio lo que hacía, le preguntó y José le explicó su plan con toda sencillez y con el afecto de un buen  vecino. No le pareció mala idea, únicamente empezó a ponerle “peros” a la forma cómo lo estaba haciendo: “Me parece una estupidez y una forma tonta de perder  terreno, árboles y trabajo  mirando a tus nietos o biznietos … ¡que cada uno se las arregle como pueda! ¡¡Dios sepa lo que hagan con este  terreno cuando tú te mueras!!. Yo voy a hacer lo mismo, pero yo no voy a poner árboles que tenga que esperar cien años para que tengan valor, yo voy a coger otros de crecimiento rápido  y no voy a desperdiciar el terreno como tú”
En cada espacio que José dejaba para un árbol, Teodoro plantó cuatro y, por supuesto, él no perdería tanto tiempo en hacer unos hoyos tan profundos: en el tiempo que José empleaba para hacer uno, Teodoro hacía diez.
Al final salieron las dos plantaciones: la deTeodoro con las plantas  de chopo de rápido crecimiento, con una instalación de riego por goteo, muy bonita, y un sistema de abonado de las plantas muy moderno; la plantación de José, en cambio, aparecía más esparcida y desordenada, sin sistema de riego y sin nada.
En el bar de la aldea los vecinos hablaban de las nuevas plantaciones y cada uno daba su opinión. Teodoro se enorgullecía viendo sus plantas cómo verdeaban y se hilaban  como un jardín bien ordenado,  dándo la  esperanza de una gran chopera, pues no le faltaba de nada. Se esforzaba por demostrarle a José que él hacía las cosas mejor y que, en cambio él no tenía idea de lo que hacía. José, por el contrario, callaba y lo dejaba disfrutar y sentirse más interesante y feliz con sus árboles. Él  plantó allí  sus guayacanes y los fue dejando como cosa perdida.
Pasados unos años, cuando los árboles tenían ya varios metros de altura, los de Teodoro, efectivamente, aventajaban a los de José en varios metros, pues se regaban todos los días y se abonaban cada año. La presencia era indiscutiblemente mucho más bella y hermosa.
Pero ocurrió  uno de esos ciclos naturales que llegan de tiempo en tiempo en donde escasea el agua y Teodoro tuvo que dejar de regar sus chopos y estos comenzaron a secarse, pues las raíces las tenían a flor de tierra,  muy superficiales y la tierra estaba completamente seca; en esto, llegó un día una tormenta con un viento muy fuerte y derribó la chopera entera, pues los árboles no tenían profundidad, en cambio los árboles de José permanecía verdes, pues sus raíces, al no tener jugo en la superficie, se fueron para adentro y no echaban de menos el agua y, como habían sido sembrados con profundidad y habían seguido profundizando en busca del agua, ni el viento ni la tormenta ni la sequia les hicieron  el más mínimo daño y los guayacanes de José siguieron creciendo en profundidad, en altura y en grosor, convirtiéndose en admiración de todos los vecinos y en signo de esperanza para sus nietos. 

¿Moraleja? 

No es la belleza exterior, ni la abundancia de medios, ni de bienes, ni el tener a mano todo lo que se necesita, lo que hace grande a un hombre o a un proyecto, sino la profundidad que tiene para hacer frente a las dificultades que se presenten en la vida.