viernes, 13 de diciembre de 2013

PAGINA DE MI DIARIO


EL NIÑO DE LA AVENIDA AMAZONAS

Navidad 1981

 
Estaba un  poco agobiado pues se me juntaron muchas cosas y el tiempo lo tenía muy escaso; me habían pedido un informe  que tenía que entregar en el Ministerio de Educación para que me concedieran un profesor para el colegio. Estábamos ya en los días próximos a la Navidad y urgía entregar toda la documentación.

Con el fin de estar a primera hora de la tarde en el Ministerio, me fui a comer algo ligero en  un restaurante de la Avda. Amazonas .

            Me senté en la mesa y cogí mi cuaderno para ir anotando lo que tenía que preparar mientras me atendía el camarero; cuando estaba   tomando algunas notas, siento que algo me toca el hombro, vuelvo la cabeza y  veo a un niño descalzo, con una camisa muy sucia que me dice despacito:

-          Señor, regáleme usted un "pansito" con un poco de queso…”

Me quedo mirándolo y le digo, como para excusarme: “No tengo…” pero su cara me desarmó, pues no me dejó terminar la frase, que hubiera sido una mentira flagrante.

-          “Es que tengo mucha hambre…”

-          “Vale, -le contesté- Pero hagamos un trato ¿Sí?: dime qué quieres comer, te sientas aquí conmigo, te lo comes calladito y te marchas ¿de acuerdo?

-          ¡Gracias, patrón! ¿Pero me regalará el "pansito" con queso que le pedí?

-          OK. Ya se lo aviso al mesero.

Inmediatamente se acercó el camarero y lo cogió de un brazo para sacarlo por la fuerza mientras lo insultaba.

-          No, déjelo. – le dije- Va a comer conmigo en mi mesa;  sírvale una pizza con un buen vaso de jugo de naranja y a mí, sírvame otra pizza con una cerveza helada.

Yo seguí  escribiendo algunas notas urgentes ensimismado en mi cuaderno; el camarero trajo la comida y el se lanzó sobre ella como un depredador sobre su presa. Creo que disfrutaba con la vista y el olfato más que con la misma boca. Como vio que yo seguía  con  mi cuaderno  sin hacer aprecio de la comida, me interrumpió con la boca llena:

-          Señor, ¿Es que no le gusta la comida? Está muy buena.

-          Sí que me gusta, pero es que tengo que hacer un trabajo  muy urgente.

-          Y por qué no lo hace más lueguito? 

-          Es que tengo que entregarlo inmediatamente después de comer 

-          ¡Ya! 

-          ¿Y qué va a hacer cuando entregue ese trabajo?

-          Me voy a mi tierra para abrir una escuela para niños como tú.

-          ¿Y en su tierra van los niños a la escuela?

-          ¡¡Claro!!  Tú también vas ¿No?   

-          No. Yo no puedo ir a la escuela

-          ¿Cómo así? ¿Nunca has ido a la escuela?

-          No. ¿Y por qué?

-          Yo no tengo padre; bueno, no sé si tengo;  yo no lo conozco. Mi madre se fue de casa y nos dejó a mi hermana menor y a mí con mi abuelita; vino el año pasado con un señor que decía que era su enamorado y al poco tiempo volvió con otro que decía que era su marido. Ninguno de los dos era mi padre. Yo no puedo ir a la escuela, porque mi abuelita está enferma y es muy mayor; ya no puede trabajar, entonces yo, tengo que salir todos los días a pedir, a buscar papeles o lo que sea para poder llevar algo  para que coman mi hermana y mi abuelita.

-          ¿Cuántos años tiene tu hermana?

-          Cuatro años, señor. Por eso le pedí que me regale un "pansito" con queso, es para que ellas coman algo.

-          Pero bueno,  tú deberías ir a la escuela para que puedas prepararte  y seas un hombre capaz de salir adelante en la vida…

-          Yo llevo todos los días la comida a casa y cuido de mi hermanita y de mi abuela… yo soy un hombre así como usted dice.

-          Pero a ti te debe gustar ser un hombre grande, capaz de hacer cosas grandes en la vida y para eso hay que prepararse…

-          Sí, a mí me gustaría  ir a la escuela y ser maestro para enseñarle a los niños a ser trabajadores y a cuidar de  sus padres y de sus hermanos, yo  pienso muchas veces en esas cosas, pero  eso  es  imaginaciones que uno se hace,  como cuando  me acuesto por la noche, o muchas veces cuando estoy con mi abuelita y mi hermana… Mi abuelita calienta una olla de agua, le pone un poco de sal y nos dice: “Ahora vamos a cerrar los ojos, y vamos a imaginar que metemos en la olla… que cada uno meta lo que quiera y cada uno vamos diciendo lo que imaginamos que metemos… un pollo, un pescado, fideos, ternera, arroz… cada uno mete lo que más le gusta y cuando  nos pone la sopa calentita, parece que sabe mejor.

Yo vivo siempre imaginando que mi papá quiere mucho a mi mamá y vive en casa con ella, que juega con mi hermanita y conmigo, que nos llevan al colegio y cuando volvemos a casa nos esperan y nos abrazan…

Ahora,  cuando llega la Navidad, yo imagino siempre cómo sería si en casa estuviéramos todos juntos: mi mamá podría cuidar a mi abuelita y todos juntos podríamos arreglar el pesebre y cantarle villancicos al Niñito Dios… Pero eso no puede ser, eso es la imaginación.

            Yo ya no podía aguantar el seguir escuchando  el relato del niño; me sentí el hombre más ridículo del mundo, que no merezco que Dios me tenga en la vida.

            Llamé al camarero, le pedí que preparara un pollo asado de los más grandes que tuviera, que pusiera tres buenas raciones de arroz y las preparase para llevar.

            Cuando el niño cogió la bolsa con la comida que había preparado el camarero, se quedó mirándome y se dibujó en su rostro un gesto de felicidad que solo Dios es capaz de dibujar en una persona y con una lágrima de alegría cruzándole la car me dijo:

-          “Gracias, señor, usted es muy bueno; mi abuelita, que sabe muchas oraciones, esta noche rezará una a Taita Diosito para que lo bendiga”

 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

CÓMO LLEGARON EL BUEY Y EL ASNO AL PORTAL

Es muy posible que en estos días, a medida que se van aproximando las fiestas de Navidad, nos vaya invadiendo un sentimiento de tristeza, de nostalgia, de insatisfacción… con una sensación de que todo el montaje nos lleva a algo que no nos satisface.
Ayer mismo, dos personas amigas me decían: “La Navidad es el momento que peor me siento, pues me falta toda la gente que quiero…”; la otra también me decía: “Si pudiera dormirme y amanecer el 10 de Enero, me sentiría feliz…” y ¿Cuántos de nosotros no hemos dicho alguna vez algo parecido?: “Me gustaría levantarme cuando todo hubiera pasado”
            La realidad es que la celebración de estas fiestas nos deja a todos insatisfechos, porque vemos que el hecho fundamental: el nacimiento, el crecimiento y el cultivo del amor, de la verdad, de la amistad, de la fraternidad  y de la paz, es lo que menos se celebra y, en el fondo, es lo que todos añoramos y vemos que, a todos nos faltan aquellas personas que nos dejaron huellas de todo eso que echamos en falta.
            En cambio ahora, estamos viendo que lo que se celebra es otra cosa: es el momento en que mucha gente alardea del poder que tiene; otros andan buscando el boato  y la apariencia… pero al final, todos, en el fondo, lo único que nos hace felices y que echamos de menos es la sencillez, la cercanía, el perdón, la comprensión la escucha, la amistad… y es que eso es NAVIDAD.
            Hay por ahí una historia  muy bonita que cuenta el momento del nacimiento de Jesús en el establo y, como hacía mucho frío, los ángeles salieron a buscar quién podía acercarse a arropar al Niño: se acercaron a los habitantes de Belén y dijeron que ellos tenían muchas cosas qué hacer y no podían estar allí perdiendo el tiempo, que si sus padres no podían cuidar al Niño que no lo hubieran traído al mundo; entonces los ángeles se acercaron a los animales: se fueron ante el león y le invitaron a que se hiciera presente en el establo y el león contestó: “Yo me pondré en la puerta, por si alguien llega queriendo hacerle daño al niño; yo no permitiré con mi fuerza que  nadie se acerque a Él.
            Los ángeles le contestaron:  “verá usted, el niño no necesita ningún guarda espaldas; los poderosos, los orgullosos, los que dominan y se creen dueños de todo no le hacen ningún favor”.
            Dejaron el león y se acercaron al zorro; le hicieron la propuesta y éste contestó inmediatamente: “No se preocupen, yo me meteré en todos los corrales de los vecinos y abasteceré de gallinas para que le hagan todo el caldo que necesite a su madre, para que pueda alimentarlo”
            Los ángeles le contestaron: “Verá, señor, no es eso lo que le estamos pidiendo, sino  que esté cercano al niño, que él sienta el calor y la presencia de alguien que lo quiere…”
            Se fueron entonces al pavo y le hicieron la misma propuesta y éste, después de consultarlo con otros, volvió con la repuesta: “De acuerdo, pero nos tienen que dejar que llevemos nuestros mejores trajes de plumas para adornar el establo, y poner aquello digno del  que ha nacido…”
            Los ángeles contestaron:  “Pero vean, no se trata de poner un escaparate para que la gente llegue y se quede sorprendida de toda la belleza que ustedes tienen, sino de crear calor y cercanía al Niño…”
            Entonces se acercaron al burro y al buey que estaban allí atados y les hicieron la misma propuesta: el burro contestó: “Yo soy un pobre animal que no tengo nada que llevar para regalar al niño, pues no me permiten más que trabajar y mi cuerpo  no tiene más que  heridas de los golpes que me dan, si es que puedo ayudar en algo, quizás pueda servir mi rabo para espantar las moscas que molesten al Niño…
            Y el buey respondió inmediatamente: “Ya ven, nosotros somos dos esclavos que nos machacan trabajando de sol a sol; yo paso mi vida arando y haciendo trabajos de fuerza que mi amo me manda, no creo que le pueda servir al niño de mi cuerpo más que el calor de  mi aliento para que pueda dormir tranquilo…”
            Los ángeles contestaron felices: ¡Por fin encontramos en la tierra lo que Dios está necesitando! Bienvenidos! Vénganse con nosotros al  establo, que el Niño Dios los está esperando…”
            Es posible que volviéramos a recuperar el sentido entrañable de la NAVIDAD el momento en que nos dejáramos de utilizar la fiesta para cumplidos y nos dedicáramos a cuidar la amistad, la fraternidad, el perdón, la verdad, la justicia, la alegría entre nosotros… de forma que estas fechas  fueran  cada año,  la celebración de un proyecto de vida que venimos manteniendo  y  que volvemos a encontrarnos cada año para celebrarlo  y renovarlo  en estos días.


viernes, 6 de diciembre de 2013

LO QUE VIVE DETRÁS DE LAS APARIENCIAS (Melitón Bruque)

            Con frecuencia hago un ejercicio de observación: salgo a dar una vuelta sin otro objetivo que mirar el rostro de la gente que va pasando por la calle; es un ejercicio muy sano y nos puede ayudar a descubrir muchas cosas, sobre todo, si es que nuestra vida está relacionada con el vivir diario de la gente, como puede ser la vida de un sacerdote, de un médico, de un maestro o de cualquier servidor público.

            Hemos de estar muy atentos, porque detrás del rostro de cada persona se esconden historias impresionantes, y nadie va por la vida dando patadas y proclamándose el grande y el interesante, arrollando a los que encuentra, a no ser que sea un pobre hombre o mujer, lleno de complejos, que lo que da en realidad es lástima, porque es lo único que produce quien se plantea ir de esa manera por la vida.

            En realidad, tendríamos que darnos cuenta que toda nuestra vida no es sino el eslabón de una cadena y todos vivimos y estamos interconectados y deberíamos darnos cuenta que lo que ocurre a uno afecta a todos.

            Esta reflexión me surge a raíz de una discusión con un grupo de personas en donde una sostenía a ultranza que ella no necesitaba nada de nadie, ni quería saber de la vida de nadie; que se sentía autónoma  y no le importaba nada que se refiriera a los vecinos en ningún sentido.

No valieron todas las razones que se dieron para que se convenciera y yo me estaba acordando de un detalle que leí por ahí en alguna revista donde se contaba que

 
            Antonio, un padre de familia, cierto día, cuando regresaba del trabajo, a  esas horas punta donde cualquier cosa  forma a veces unos atascos impresionantes, se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal; no valía ponerse nerviosos y en medio de todo el desorden por ahí le aparece un joven con una moto sorteando coches y metiéndose por los huecos que quedaban. Estuvo a punto de insultarlo al ver cómo estuvo a punto de golpearle el espejo de su coche; el que iba delante le llamó chuleras, baboso,  y otros insultos más, pero el chaval seguía sorteando coches y afrontando los insultos...

            Cuando Antonio estaba aparcando el coche delante de su casa recibe una llamada de su esposa diciendo que su hijo de dos años había tragado algo y estaba muy grave en el hospital.

            Cogió de nuevo el coche y salió disparado hacia el hospital. Cuando llegó, su esposa se abrazó a él llorando y diciendo: “No te preocupes, ya pasó todo, dios hizo el milagro que llegara a tiempo el médico, pues el niño estaba ya con el conocimiento perdido, completamente asfixiado” 

             Antonio se sintió aliviado y después de besar a su hijo y estrecharlo fuertemente contra su pecho, pidió hablar con el médico para agradecerle por lo que había hecho. Casi no alcanzó a darle las gracias pues no salía del estupor: el médico era el joven que hacía una hora iba sorteando coches y aguantando insultos para llegar a tiempo y poder salvar a su hijo. Él había estado a punto de insultarlo de la misma manera que había hecho el conductor que iba delante.

            No pudo contener las lágrimas y abrazó al médico dándole las gracias por haber salvado a su hijo y pidiéndole perdón por la ligereza con la que juzgamos la vida de los demás.

 

            Así ocurre con una frecuencia enorme, y pasamos por la vida sin darnos cuenta de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Por eso, cuando miras los rostros de la gente, cada uno es un cuadro conmovedor de una historia que merecería la pena ser escuchada y que  la inmensa mayoría se entierran sin haber visto jamás la luz de unos oídos que las escuchen.

FACUNDO "El Ricachón" (Melitón Bruque)


Facundo era un hombre bueno del pueblo que había heredado una gran fortuna: un palacio renacentista valorado en un montón de millones; dentro del palacio había obras de arte valiosísimas de los mejores pintores y escultores. En la herencia había recibido también unas fincas enormes que valían muchísimo dinero.

Efectivamente, facundo era el más rico del pueblo, el dueño de aquella gran fortuna, según constaba en los papeles, pero había algunas clausulas que debía cumplir: según establecía la ley,  aquella casa debía servir de albergue para peregrinos y, en el momento en que dejase de ser alojamiento, pasaba a ser patrimonio del estado.

Las fincas que tenía, estaba obligado a entregar lo que producían a instituciones benéficas y el resto a los pobres, él era el administrador de todo aquello y debía rendir cuentas de todo a los donantes; las joyas y las obras de arte que había dentro de la casa, estaban registradas como patrimonio cultural y artístico, con lo que Facundo no podía disponer de ellas para nada, él podía tenerlas en casa y admirarlas, pero de todo aquello debía cuidar esmeradamente.

Todo el mundo lo envidiaba y ponderaba sus riquezas, incluso, cuando alguien tenía una necesidad en el pueblo, todos lo enviaban a Facundo, para que él le diese una mano. Nadie podía imaginar que Facundo, apenas le alcanzaba para comer; nunca pudo permitirse una fiesta o un lujo y todos lo criticaban y lo llamaban ruin, tacaño, egoísta, insolidario... y todos los apelativos imaginables; es más, cuando alguien se le ocurría robarle algo se decía: AQuien roba a un ladrón tiene mil años de perdón@.

Y Facundo fue muriendo de tristeza, de soledad, criticado, incomprendido y destrozado por un peso que le habían puesto sobre sus espaldas, sin haberlo querido ni buscado, pues él siempre soñó con ser libre, con tener una casita pobre, con las puertas abiertas a todo el mundo, sin miedo a que los ladrones pudieran hacer un expolio, donde fuera considerado y sentido como un hermano más que comparte las alegrías y las penas, pero tuvo que reducir su vida a ser el guardián de algo que solo le trajo dolores de cabeza y enfrentamientos constantes con el pueblo

sábado, 29 de junio de 2013

RECOMPONER EL DAÑO HECHO (Melitón Bruque)


            Yo no sé qué le ocurrirá al resto de gente, pero a mí, cada vez que despido a alguien cuando muere, me queda siempre la interrogante de que pronto me ha de tocar a mí y, cuando me vaya, mi paso por esta tierra habrá sido como una tormenta de granizos que arrasa y destroza lo que coge, como una nube de agua que  pasa y no hace bien alguno, como una lluvia tranquila y fresca que empapa la tierra y la llena de vida… y mi recuerdo será los restos que haya dejado detrás del agua.
            Alguien se hizo la misma pregunta y, al centrarse en su vida, le dio miedo ver los restos que estaba dejando, e intentó recomponer las cosas antes de marcharse. A mí, concretamente, me hizo un bien enorme. 

            Llevaba varios días encontrándome a D. Modesto esperándome que abriera la iglesia para entrar un buen rato antes de que diera el primer toque la campana, para la misa de las siete.

            Lo veía siempre con su cuaderno escribiendo delante del sagrario y, cuando yo iba a dejar las llaves delante de la puerta del sagrario, siempre me lo encontraba con los ojos bañados de lágrimas.

            No me atreví a preguntarle si le ocurría algo, pero no se hizo esperar y uno de esos días, que fui a dejar la llave delante del sagrario, me cogió del brazo y me pidió que me sentara a su lado.

            -“Mire usted, no sé si hago bien o mal, pero aquí llevo ya mucho tiempo haciendo una lista de todas las cosas que he perdido en mi vida. Ahora últimamente, he querido venirme a hacer mi lista delante del Señor, para no justificarme, porque nadie mejor que Él sabe por qué las perdí y nadie mejor que Él me las puede recordar”.

            Limpiándose las lágrimas, fue  leyéndome lo que había escrito con dificultad en aquel cuaderno que quería entregárselo a un nieto por quien  tenía una predilección especial, pues era el que más se le parecía y no quería que llegase a arrastrar el dolor y la pena tan grandes que él estaba arrastrando.

            Y lentamente me fue contando cosas, mientras se limpiaba la nariz y las lágrimas:

                        -“Yo fui un joven como todos y me creía que me iba a comer el mundo y no quise estudiar porque consideraba una pérdida de tiempo pues yo consideraba que tenía que gozar la vida. Mi madre murió y fui un tormento para ella, nunca le di una alegría, siendo la persona que más he querido en mi vida”.

                        -“Me enamoré de una chica y soñaba con ella, pero los amigos, la diversión, los planes y el vicio no me dejaban tiempo para centrarme y decirle que la quería; se fue del pueblo y nunca más la vi; es algo que no me he perdonado nunca”.

                        -“Me ofrecieron un trabajo que tenía un buen futuro, pero me exigía levantarme temprano y organizar mi vida, y no lo acepté porque no estaba dispuesto a sacrificarme un poco…Me tuve que quedar en casa sin oficio ni beneficio dependiendo siempre de mis padres hasta que me echaron fuera de la casa”.

                        -“Me metí con un grupo de amigos que se enrollaron en asuntos feos y di lugar a que hicieran un daño enorme a dos familias y que entraran personas inocentes en la cárcel, por no ser valiente, enfrentarme y decir la verdad”.

                        -Me ofrecieron la oportunidad de ir  a misiones con una ONG ayudando a la gente que lo pasa mal y nada más que pensar que me iba a suponer un sacrificio y que iba a estar amarado a una responsabilidad, dije que no.

                        -“Me casé porque ya no me quedó más remedio y he sido un zángano con mi mujer y mis hijos, a quienes no he hecho otra cosa que causarles dolor y tormento: nunca tuve una palabra tierna con ella ni con mis hijos, nunca fui capaz de reconocer todo lo que han hecho por mí, nunca fui capaz de dar las gracias y reconocer que me he equivocado, nunca me he sentido útil en mi casa, haciendo algo con cariño; nunca dije a mi mujer que la quiero, porque ha sido lo que más he querido en la vida y he dado lugar que se me muera sin haberle dicho lo que la quiero. Tampoco se lo he dicho a mis hijos”.

                        -“Ahora no hago más que preguntarme: ¿qué he hecho con mi vida? ¿En qué la he empleado? ¿Quién y por qué me recordarán? Quisiera que me pongan en la lápida de mi tumba: “Aquí yace el que perdió la vida y solo encontró la muerte” 

            Me estremeció la confesión de Ernesto, quien me dijo que no tenía dificultad de que la publicara, por si a alguien le podía servir como advertencia que no vale la pena haber nacido y perder la vida.
            Pues aquí dejo el encargo de Ernesto, para que cada uno pensemos un poco cuántas cosas dejamos de hacer, que serían un brote de alegría, una ráfaga de viento fresco, un regalo que  invite a vivir a los que nos rodean.

LA ASIGNATURA DE LA ESCUCHA

  
Hace unos días tuvimos que suspender una reunión que venía anunciando durante dos semanas, y cuando llegó el momento, asomaron dos personas de las 20 que debían venir ¿Qué ocurrió? Nadie se había enterado de la hora, a pesar de haberlo dicho en público y tenerlo escrito en la puerta del local donde nos teníamos que  reunir.
            Cuando nos encontramos, en la segunda convocatoria, todos coincidíamos en que nadie había puesto atención el momento en que se dijo; cada uno estaba en su historia y después se habían olvidado. Tuvimos que proponernos escribir una carta y enviarla por correo cada vez que se convocara, pues la experiencia nos da que, siempre que se da la noticia a viva voz, hay un gran porcentaje que no se entera.
            Y es que el problema estriba en la poca atención  que prestamos a la palabra de los demás; antes de que acaben una frase ya sabemos lo que quieren y por qué hablan; antes de que hablen ya nos conocemos y damos por hecho que no vale la pena lo que nos van a decir.
            Lógicamente, como no nos enteramos, deformamos las ideas y a la hora de transmitir el mensaje quitamos, ponemos, cambiamos y el mensaje llega completamente deformado.
            Puede servirnos de ejemplo esto que se cuenta como una historia  para reír, pero en realidad, es eso lo que producen nuestras actitudes: risa:     


            Se cuenta que en un cuartel el coronel encarga al comandante que dé la siguiente orden:
«Mañana a las nueve y media habrá un eclipse de Sol, hecho que no ocurre todos los días, que formen los soldados en el patio, en traje de campaña, para presenciar el fenómeno. Yo les daré las explicaciones necesarias. En caso de que llueva, que formen en el gimnasio».  

EL COMANDANTE pasa el encargo al CAPITÁN:

«Por orden del señor coronel, mañana a las nueve y media habrá un eclipse de Sol, según el señor coronel, si llueve no se verá nada al aire libre, entonces en traje de campaña el eclipse tendrá lugar en el gimnasio, hecho que no ocurre todos los días. El dará las órdenes oportunas».  

EL CAPITÁN da la orden al TENIENTE:

«Por orden del señor coronel, mañana a las nueve y media en traje de campaña inauguración del eclipse de Sol en el gimnasio. El señor coronel dará las órdenes oportunas de si debe llover, hecho que no ocurre todos los días. Si hace buen tiempo y no llueve, el eclipse tendrá lugar en el patio» 

EL TENIENTE encarga al SARGENTO:

«Mañana a las nueve y media, por orden del señor coronel lloverá en el patio del cuartel. El señor coronel en traje de campaña dará las órdenes en el gimnasio para que el eclipse se celebre en el patio».

EL SARGENTO ordena al CABO:

«Mañana a las nueve y media, tendrá lugar el eclipse del señor coronel en traje de campaña por efecto del Sol. Si llueve en el gimnasio, hecho que no ocurre todos los días, se saldrá al patio». 

EL CABO al final  le dice a los SOLDADOS:

«Mañana, a eso de las nueve y media, parece ser que el Sol en traje de campaña eclipsará al señor coronel en el gimnasio, lástima que esto no ocurra todos los días».
 

            El problema se agrava aún más cuando ya, no solo cambiamos el mensaje, sino que, además metemos cosas de nuestra cosecha, y lo que transmitimos es nuestra interpretación de los hechos o de lo dicho, con lo que al final se monta un chisme que, dependiendo de su gravedad puede hacer un daño enorme.
            Volvemos a reafirmar lo importante que es para la vida  el aprender a escuchar, a hablar, a ser fieles a la verdad. Esta es una asignatura que toda la humanidad tiene pendiente y que no deberíamos dejar que alguien pasara por la vida sin haberla aprobado.

DEPENDE DE LA ENVOLTURA (M. Bruque)


 
Es impresionante ver la cantidad de problemas que  se montan por una mala interpretación de algo que se escuchó o que se dijo, de una forma un poco inadecuada, hasta el punto que a veces resulta imposible ponerse de acuerdo cuando en el fondo se está diciendo lo mismo y se pretende lo mismo.
Cuando este manejo del lenguaje y de las formas no se utiliza correctamente en las relaciones humanas, puede ser la causa de innumerables problemas, mientras que por otro lado, el lenguaje es el instrumento más eficaz que tenemos para entendernos las personas, ponernos de acuerdo y compartir la vida y hasta ser felices.
Pensando un poco en la situación que vivimos, en la que todos estamos de acuerdo que no se puede continuar así, que no nos queda más remedio que cambiar, que  tenemos que tomar otras actitudes y emprender otro camino… Todos dicen querer lo mismo, todos buscan lo mismo, pero no todos entienden y plantean las cosas de igual forma.
Para escenificar el problema vamos a contar una historia sencillita que circula por ahí, como hacemos cada día, y que nos refleja perfectamente la idea que queremos exponer:
 

            Se cuenta que un rey tuvo un sueño muy desagradable en el que veía cómo tosía y se le caían los dientes, expulsándolos en cada golpe de tos.

            El rey había oído decir que cada sueño tenía su explicación y que muchos de ellos eran premoniciones; preocupado, llamó al jefe del gabinete de sicología del palacio real para hablar con él.

            El experto en sicología, escuchó atentamente al rey y después de escuchar el relato de su sueño, fue tomando notas y, por la tarde, le dio el resultado: “la caída de los dientes es un signo de muerte en el entorno familiar; es muy probable que ocurra alguna desgracia entre sus familiares más allegados”

            El rey, al leer el informe, se sintió molesto, pensó en sus hijos y en sus hermanos y se dijo a sí mismo: “Este tipo es un vividor y  un estafador que se gana la vida asustando a la gente, no va a durar aquí ni un día más”. Y lo expulsó del servicio sin darle opción a más explicaciones.

            Pero el rey seguía preocupado por el sueño y llamó a otro de los sicólogos del equipo; siguió el mismo protocolo que con el anterior y después de contar su sueño, el experto le contestó: “Con mucho gusto le haré un informe del significado de esas imágenes que ha tenido en el sueño”.

            Al día siguiente llegó el experto en interpretación de sueños con el siguiente informe: “El sueño que ha tenido es un augurio de felicidad para su majestad, pues ante la desgracia que se anuncia en su familia usted saldrá ileso de todo problema”

            El rey leyó el informe y se quedó tranquilo y satisfecho ordenando inmediatamente una subida de sueldo para el funcionario y la ubicación en la jefatura del departamento.

            A la semana siguiente, cuando se supo lo ocurrido, un compañero del equipo de sicología, que conocía el veredicto de los dos, se quedó maravillado al ver la respuesta del rey: ambos habían dicho la misma cosa, pero de diferente forma y a uno lo castigó mientras que al otro lo premió; no pudiendo contener la admiración le preguntó al compañero: ¿Qué explicación le das al hecho?

Ninguna –contestó- todo depende de la forma de decir las cosas. La verdad es siempre la misma, pero si la lanzas con odio a la cara de alguien lo lastimas y te responde con violencia, en cambio, si la envuelves en ternura y comprensión, se convierte en un regalo agradable.
 

            ¡Qué verdad más grande! Y ¡qué necesidad más urgente tenemos todos de aprender a dialogar y a escuchar con atención y, sobre todo, a ponernos en la situación del otro/a para entender lo que nos dice y por qué lo dice.

            Si nos damos cuenta, el porcentaje mayor de problemas que tenemos en la vida es justamente por no escuchar, por interpretar desde  nuestros prejuicios y no desde la realidad del otro/a y, así montamos argumentos dignos para una guerra, de aquello que no pasó de ser una símple anécdota que malinterpretamos, o que no tuvimos la suficiente paciencia para terminar de escuchar lo que nos decían.

miércoles, 12 de junio de 2013

LA PRUEBA DEL ALGODÓN (M. Bruque)


            En estos tiempos de crisis, cuando la falta de dinero se convierte en  una obsesión y, sobre todo, cuando el trabajo está tan difícil, los esquemas  tradicionales ya no bastan  ni ofrecen  seguridad; entonces, uno de los problemas más grandes que se presentan, es justamente el poder encontrar gente en la que se pueda confiar y en la que podamos  apoyar responsabilidades, pues llevamos mucho tiempo en  que, sistemáticamente, se han ido destruyendo todos los valores con los que las personas  nos podíamos presentar en la vida.
 Estamos viendo cómo el valor del trabajo se ha destruido  y se ha tirado por los suelos, hasta el punto que se ha devaluado de  tal forma, que nadie lo quiere.  Pero al devaluar el trabajo, que es una de las expresiones más grandes con las que el hombre expresa su dignidad y grandeza, todo se trastorna y se entra en  un mundo imprevisible, pues al degradar a la persona , han entrado en juego y se han venido abajo otros valores que se han convertido en especie rara y casi extinguida, como es el valor de la honradez, de la fidelidad, de la lealtad, de la dignidad, sin los cuales es imposible avanzar en ningún aspecto de la vida, pues sin ellos, las relaciones humanas se convierten en una auténtica jauría.
Metidos en esta onda, me cuenta un amigo que, hace poco, montó un negocio y me dijo cómo había cambiado el método que había utilizado para elegir a la gente, prescindiendo de la tradicional entrevista en la que se suele poner el acento, como es en la desenvoltura, en el curriculum, incluso en el aspecto físico…
 

“Sus empleados no lo conocían; puso a su hijo de encargado y a todos los puso en un periodo de prueba de un mes: pasado el mes, les haría el contrato, pero los valores que él había evaluado eran otros: durante ese primer mes, 4 personas habían pasado por la caja, por la que él pagó, haciéndose pasar  por un pobre hombre ignorante; tres de ellas le devolvieron un cambio inexacto cuando él  les dio un  billete mayor y se disculpó porque había creído  que era menor el precio, y les volvió a dar otro, preguntándoles si había bastante; tres de aquellas personas lo engañaron y se aprovecharon con toda la cara dura del “pobre ignorante”, jugándose el puesto de trabajo.

En el periodo de un mes pasaron cinco personas por la vitrina expositora de los productos; se les indicó que aquello debía mantener una limpieza absoluta, pero si no se les imponía, no se les ocurría pasarle un trapo, para limpiarla al final de la jornada, pues decían que no habían sido puestas para limpiar, sino para vender. Al final se quedó una persona mayor que sentía que aquellos productos, dedicados  a la alimentación, debían estar bien cuidados,  por respeto a la gente que los consumiera.

En la caja se quedó un joven que, habiéndome dejado la cartera con la tarjeta de crédito y bastante dinero en ella,  cerró la caja, y salió a la calle corriendo en busca mía para devolverme la cartera”.  

            La verdad es que,  contar esto como algo excepcional, resulta vergonzoso, pues debería ser algo tan normal que, lo contrario, debería ser la excepción que merecería un profundo análisis y, en último término un castigo.
            Pero  hemos dado lugar a que sea completamente al contrario: estamos viendo que actuar con honradez, con respeto, con fidelidad… es cosa de tontos, hasta el punto que, si en el trabajo practicas estas virtudes, los ismos compañeros te insultan y se burlan y, puestos a mirar el espectáculo que a diario estamos viendo, es triste ver cómo el ir por el camino legal y de la honradez, no te lleva a ningún sitio, en cambio el atropello y hasta la misma delincuencia,  encuentra siempre  la defensa, la disculpa y hasta la justificación; de todas formas, yo apuesto por la honradez, por la justicia, por la verdad, por el respeto, por la fidelidad, por la lealtad… que es lo único que engrandece a la persona y la identifica como alguien

“PONGÁMONOS DE ACUERDO”


Con frecuencia nos encontramos con personas que lo pasan mal, que los vemos que no pueden levantar cabeza y que cada vez les van las cosas peor  y parece que todo se  confabula para ponerse en su contra.

Estoy pensando en un joven que  tiene montada la bronca contra su padre y, por parte del padre está montada también la oposición contra su hijo: ambos se quieren mucho y, los dos quieren lo mejor para ambos: el joven es un chaval muy interesante, con grandes cualidades y con unos deseos de aprovechar la vida al máximo y ser un hombre de provecho, únicamente le ocurre que. algunas cosas no las tiene muy claras y anda con un grupo de amigos, que son la desgracia del barrio: en todos los asuntos oscuros aparecen como protagonistas; están fichados  por la policía y a cada momento los tienen  retenidos en la comisaría; él no quiere ver  la actitud de estos amigos, los defiende y todo se  lo justifica y lo apoya, incluso  muchas cosas las comparte: no está dispuesto  a dejarlos, a  cortar con ellos, ni a echar una mano en su casa; tiene unos modales inaceptables con sus padres y con la gente; no quiere estudiar ni trabajar… pero todo lo justifica diciendo que él no quiere entrar en el tema de la droga y que no lo va a hacer por nada, por lo tanto, sus padres  deben estar agradecidos.

            Lógicamente, el padre que conoce todas sus cualidades, quiere sacarlo de ahí y que tome otro camino. No desaprovecha el más mínimo detalle para aconsejarle y echarle en cara estas amistades y la influencia que están teniendo en él; le aconseja que debe dejarlos, sacarlos de su vida y orientarse por otro camino; Le advierte que mientras él siga así, que no cuente con él para nada.  Ambos se fastidian el uno al otro y se echan  en cara sus actitudes, cuando en el fondo ambos buscan y quieren lo mismo.

            Resulta imposible ponerlos de acuerdo o sentarlos a hablar tranquilamente, ambos tienen toda  una historia de prejuicios  para acusarse y echarse en cara.

 

            Les ocurre como aquel que llama a un vecino para que le ayude a sacar un sofá de una habitación para meterlo en la otra. Cada uno se coloca en un extremo  y ambos empiezan a darle vueltas de un lado y de otro pero el sofá no atravesaba la puerta  por ningún sitio.
            El dueño del sofá estaba  completamente extrañado pues, los que se lo trajeron, lo entraron en la habitación sin dificultad alguna y, aquella puerta no se le había tocado.
            Después de varias horas dándole vueltas,  intentando que atravesara el sofá por la puerta, se sentaron exhaustos, decididos a  desistir del intento. El dueño del sofá le dice: “Amigo, dejemos esto, porque vamos a terminar hechos polvo y no vamos a poder sacar esto de aquí.
            Al escuchar lo que decía, el vecino se quedó perplejo y le contesta:  “Pero…  ¿es que se trataba de “sacarlo”?
           

            Efectivamente, esta es la historia de muchas situaciones en la vida: en el hogar, en el trabajo, en la religión, en la política, en, en cualquier situación en donde las personas tienen que ponerse de acuerdo; con mucha frecuencia es fácil encontrarse a gente preocupada de lo mismo pero incapaces de ponerse a hablar y quedar de acuerdo para empujar en la misma dirección y resulta que: mientras unos quieren  meter el sofá, otros quieren sacarlo, al final, se hace imposible  el proyecto por más fácil que sea; esto lo estamos viendo en infinidad de situaciones en donde la cosa es tan sencilla como sentarse a hablar, escucharse y ponerse todos de acuerdo para empujar todos en la misma dirección.