martes, 5 de febrero de 2013

“RATIBAMBA”


 
        Cuando uno llega a encontrarse en una situación como la que estamos viviendo, en donde todo esto parece una farsa de comediantes que distraen al pueblo con sus peleas, en las que aparentan que se van a destruir, pero que sabes no van a llevar a nada, porque ya hay pactado un arreglo de silencio, y todo el barullo no va a quedar en nada pues ya se encargarán de “drogar” al pueblo para se que olvide y dé por agua pasada todo lo que ocurrió y al poco tiempo vuelven los mismos, como si no hubierfa pasado nada, con toda tranquilidad, a protagonizar las mismas fechorías y burlas del pueblo.
                Recojo la parábola de un famoso escritor de la primera década del siglo XX .  (Thomas C. Douglas  1904-1986)  en la que escenifica la situación con un país al que llama “Mauseland”, nosotros lo vamos a llamar “Ratibamba”, pero este es el circo que estamos viviendo, sin darnos cuenta que no se trata de colores, sino de una “casta” podrida que perdió la vergüenza hace mucho tiempo y que vive chupando la sangre al pueblo, sobre el que se levanta proclamándose poseedora  de su voluntad, como si eso fuera una caja de bombones que se la dejan para que los cuide. La historia cuenta que: 

            Había una ciudad enorme, donde vivían todos los ratones, que se llamaba RATIBAMBA. Allí, como ocurre en todas partes, los ratones vivían, trabajaban, se divertían, llevaban la vida como podían, se ponían enfermos y morían…
            Habían montado, incluso,  su parlamento y tenían sus representantes, como hacemos todos los “civilizados” y cada cuatro años acudían a sus urnas para votar a sus candidatos que se establecían como los poseedores de la voluntad del pueblo y todo lo que hacían se llenaban de orgullo al sentirse poseedores de dicha voluntad.
            Cada vez que había elecciones, estos representantes se gastaban enormes fortunas y empapelaban el país con grandes anuncios y grandes promesas de convertir el país en un paraíso lleno de felicidad, y la verdad que todos llevaban razón, pero había algo curioso: los ratones iban cada vez a votar a unos gatos negros, enormes y gordotes que eran los que formarían el gobierno. Sí, parece muy extraño pero deja de serlo cuando lo comparamos con lo que hacemos los seres racionales “civilizados”.
            Como he dicho antes, aquellos enormes gatos negros, lo llenaban todo de promesas de bienestar y llevaban razón, porque no dije para quién era el bienestar. Ellos conducían su gobierno según su forma de ver las cosas y de acuerdo a lo que les interesaba; Entre ellos eran buenos camaradas, se cubrían las espaldas y se ponían de acuerdo para intercambiarse el poder y acordar leyes que los mantuvieran en su “bienestar”, pero en cambio, eran leyes que machacaban a los ratones y les hacían la vida imposible, por ejemplo: había leyes como ésta que prohibía que los ratones corrieran a más de la velocidad determinada  por los gatos, pues esto hacía que tuvieran un gasto excesivo de energía para tomar su desayuno cada mañana; había otra ley que no permitía hacer la entrada a la ratonera si no tenía unas medidas lo suficientemente grandes como para que el gato pudiera meter su pata sin ninguna dificultad dentro de ella.
            Efectivamente, eran leyes muy buenas, pues los gatos podían disfrutar de todos los privilegios, pero en cambio, los pobres ratones no podían soportarlo y la vida se les hacía cada vez más dura y difícil.
            Cuando ya no podían soportar más la situación, entonces las ratas que controlaban una gran masa de ratones los animaban a salir a la calle, montaban manifestaciones y alborotos públicos animados por las grandes ratas que también vivían colgadas del gobierno y celebraban elecciones.
            Se ponían de nuevo las urnas y todos los ratones enfurecidos iban a votar para quitar a los gatos negros, eligiendo esta vez a los gatos blancos para que fueran ellos los que formaran el nuevo gobierno.
            Durante la campaña, los gatos blancos habían convencido a los ratones de algo que sonaba muy bien, aunque no sabían de qué se trataba: decían que la ciudad se encontraba de aquella forma porque los gatos negros tenían una visión muy cerrada de la vida, tenían que ser mucho más abiertos y el problema se demostraba en que las puertas de las ratoneras las tenían redondas, cuando todas las puertas son cuadradas… “Si ustedes nos votan, les prometemos cuadrar las puertas de las ratoneras” y todos los ratones entusiasmados se alegraron por el gran paso de progreso que se iba a dar. Y así ocurrió: las puertas de las ratoneras dejaron de ser redondas y se pusieron cuadradas y espaciosas de forma que ya los gatos no solo podían meter una pata dentro de la ratonera, sino que podían meter sin dificultad las cuatro patas.
            Esto que le habían pintado como un gran progreso, resultó ser una trampa mortal que no los dejaba vivir tranquilos, pues los gatos lo controlaban todo. La cosa se hizo insoportable y los ratones fueron de nuevo a las urnas para volver a poner a los gatos negros y así fueron cambiando durante muchos años a los gatos blancos y negros hasta que pensaron dar un cambio radical, ya que cada vez se iban poniendo las cosas peor: decidieron poner gatos mitad blancos y mitad negros, pero el cambio fue peor, pues aquellos gatos tenían todo lo malo de unos y de otros, entonces decidieron poner gatos con manchas de diferentes colores, pues parecían más simpáticos y se adaptaban mejor a los ratones, pero en realidad no dejaban de ser gatos y pensaban, sentían y vivían como gatos aunque se camuflaban con mucha facilidad, pero luchaban como los blancos , los negros y los blanquinegros  por los mismos intereses de los gatos y no por los de los ratones.
            Por fin un día, apareció por allí un ratoncito y, en un bar, comenzó una conversación con todos los vecinos que estaban indignados, decidieron juntarse otro día para ver qué hacían y el ratoncillo tomó la palabra y dijo: “Compañeros, disculpen mi humilde palabra, pero yo no hago más que darle vueltas  a algo que no me cuadra: Yo veo que el problema no es el color de los gatos, sino el que son gatos y ellos, gobiernan para los gatos… ¿Por qué seguimos eligiendo siempre a un gobierno de gatos si los que vivimos aquí somos todos ratones? ¿Por qué no elegimos a un gobierno formado por ratones?
            ¡¡¡Oh, qué disparate está diciendo el loco ese!!!  -dijeron todos- Este es un ratón facha, contrarrevolucionario, desestabilizador del orden, fascista y dictador, que quiere volver de nuevo a tiempos antiguos…”
            Cogieron al pobre ratón, le pegaron una paliza, lo metieron en la cárcel y jamás le volvieron a dar la oportunidad de decir ni una sola palabra. 

Lo peor que le puede ocurrir a un pueblo es que pierda su capacidad de reflexión, de hacer un análisis de la realidad que vive y tomar una decisión exenta de intereses partidistas y particulares. El momento en que pierde esta dimensión de la totalidad, es como si se metiera en un pozo y decidiera ahogarse en él, dejando que los intereses particulares lo asfixiaran, pues llega a creer que nadie tiene derecho a vivir nada más que él y los que piensan como él. El problema se agrava cuando ni siquiera vive él, sino que es utilizado para defender a quien lo está encerrando en el pozo.

                A un hombre libre lo podrán meter en la cárcel y hasta matarlo, pero no podrán encadenar la LIBERTAD.