viernes, 31 de mayo de 2013

“LA VOCACIÓN DE QUIJOTES” (M. Bruque)

 
 
 
Con frecuencia nos encontramos a mucha gente que es buena, que tiene buenos deseos, que quisiera hacer algo que realmente valga la pena, pues cuando piensa en su vida no se conforma con seguir viviendo sin dejar su huella sobre esta tierra.
            Realmente esto es noble y pertenece a la grandeza de la persona; es esa actitud de búsqueda, que nos hace ser inquietos, que no nos deja conformarnos con lo que hacemos y tenemos y nos empuja a superarnos cada día y a encontrarle ilusión y sentido a lo que hacemos.
            Esta actitud, es de las cosas grandes que tiene el ser humano y que nunca debemos perder, pues cuando esta inquietud se pierde, estamos ya muertos en vida.
            Ciertamente, a todos nos gustaría ser un poco quijotes que tuviéramos grande ideales en la vida, y un objetivo grandioso que pudiéramos ir evaluando y sintiéramos que hemos hecho algo grande en la vida, pero lo más normal, es que nos tengamos que conformar con afrontar una vida de “sanchos”, porque la situación no da para más, y ya es bastante importante que salgamos con el día a día que se nos presenta.
            De todas formas, es justo, bueno, saludable y noble el que soñemos, a eso no debemos renunciar nunca y, en ese día a día, hay cosas muy importantes que pueden llegar a ser la mayor “quijotada” que podemos hacer.
            La historia que narramos nos puede ayudar a escenificar lo que decimos: 

Allí, perdidos en la sierra, vivían unos vecinos en la aldea; toda la vida estaba centrada en sus ganados y en las poquísimas tierras que tenían y que iban cultivando durante el año.
 
            La aldea la cruzaba un río precioso en el que las truchas se concentraban en el tramo que ocupaban las casas, ya que los vecinos les proporcionaban gran cantidad de alimentos, pues servían de distracción, mientras todos se apoyaban en la baranda que se había construido en toda la orilla del río.

            Allí vivía un anciano sacerdote que, desde su juventud, había visto nacer a todos los vecinos, los había bautizado, los había casado, y seguía bautizando a sus nietos…

            Llegó a la escuela de la aldea un joven, designado por la delegación de educación y se moría de tristeza; en el anciano sacerdote encontró alguien con quien compartir y con quien hablar de algo distinto al tiempo, al campo y a los animales.

            Un día, mientras paseaban río abajo, contemplando las truchas, el joven maestro le compartía al sacerdote sus ilusiones y sus anhelos en la educación; quería hacer algo grande en la vida, algo que le diera la paz y la seguridad a su persona, para enfrentarse a todas las dificultades…

            El anciano sacerdote, retrocediendo en su vida, fue pensando en voz alta lo que para él había sido la respuesta a las mismas ilusiones del joven maestro y le contestó:

            -“Observa el río: ves todas esas truchas cómo se mantienen nadando en contra de la corriente; la fuerza la reciben de ese alimento que encuentran, pero el agua va pasando. Yo pude mantenerme aquí gracias a la oración de cada día y a mi relación con Dios, que me hace querer a esta gente y sentir míos sus problemas y sus alegrías, gracias a esto, aquí me encuentro y me levanto cada día ilusionado.”

            Al joven le costaba imaginar que toda una vida se pudiera reducir a esto y se sintiera llena, entonces le preguntó:

            -“Si esto le da la fuerza para mantenerse, ¿qué es lo que le puede hacer venirse abajo?”

            -Lo único que me puede hacer que me hunda –contestó el sacerdote-  es hacerle daño a mi pueblo, serle desleal, traicionarle y no buscar el bien para todos.

            - “Pero eso es inevitable, -contestó el joven- cualquiera puede cometer un fallo, no dejamos de ser humanos…”

            - “Es cierto, pero ya ves el río, el agua pasa y, la que manchaste o infestaste, por donde quiera que pasa sigue haciendo daño, y yo nunca podré detener el mal que haya hecho. Tú, nunca vas a tener más a esos niños que hoy te han dejado sus padres, ellos son el agua que irá por la vida, creando vida o matándola, dependiendo de lo que tú hayas hecho con ellos. Esta es la obra más grande que podrás hacer en tu vida.”

**+**

                        ¡Qué lindo sería funcionar así en la vida con esta limpieza de alma! Esta asignatura debería ser obligatoria en cada centro de educación, en cada fábrica, en cada comercio, en cada trabajo, en cada espacio en el que nos encontramos las personas.
            Si lo pensamos despacio, es algo que no cuesta nada, pero es la obra más grande que podemos hacer en la vida.
 
 

miércoles, 29 de mayo de 2013

EL TIMO DEL PELOTAZO


            En estos días que vivimos no se oye otra cosa que la crisis de la economía y todo el mundo anda preocupado porque no sabe qué hacer ni a dónde irá a para esto; además, todos nos preguntamos dónde está todo el dinero que ha desaparecido y nadie responde de él y nos acordamos del refrán aquel que dice que nadie da billetes de cinco euros a cuatro y el que cae en la trampa, asl final se arrepiente.

            La verdad es que se nos abren desorbitadamente los ojos cuando vemos el dinero fácil y no nos damos cuenta que no dan a cuatro euros los billetes de cinco.

            Quizás pueda ayudarnos a ver escenificado el problemas con esta historia tan simple que anda por ahí pasando de mano en mano. 

            Nos cuenta que una vez llegó a un pueblo un tipo muy bien vestido y de aspecto respetable que se instaló en el único hotelito que había.

Llevaba unos días observando cómo se desenvolvía la vida del pueblo y notó que había una gran preocupación por la invasión y proliferación de ardillas que dañaban todas las cosechas y no había forma de frenar la plaga.

El forastero alquiló un corralón que había a las afueras del pueblo y después de limpiarlo lo cubrió con una enorme red metálica formando una jaula impresionante.

Un día, de los muchos que venía haciendo su gesto rutinario,se dirigió al Kiosco donde se vendía la prensa y se compró el periódico, después se fue a desayunar al bar más céntrico del pueblo, donde iba todas las mañanas y donde ya había hecho amistad con algunos clientes; allí se sentó, como siempre, hojeando tranquilamente el periódico, se levanta y le dice al dueño del bar: oiga, a mi me interesaría comprar ardillas, pero que estén vivas.

-¡Bueno va! Eso puede usted adquirir millones de ardillas a un euro.

-Pues dígalo a todos los vecinos, que yo les compro a un euro todas las que me traigan.

Desde allí, se fue al puesto de los periódicos para que le pusieran un anuncio en el periódico: “Se paga un euro por cada ardilla viva que me traigan”

La noticia se propagó rapidamente y en menos de un mes tenía la jaula llena de ardillas.

Al mes siguiente, ya no traían más ardillas y el comerciante subió el precio: Otro anuncio decía: “Pago cinco euros por cada ardilla viva que me entreguen”

En pocos días habían exterminado todas las ardillas y ya nadie venía a vender más; viendo que ya no traían, puso otro anuncio triplicando el precio: “Pago quince euros por cada ardilla viva que me entreguen”

Pero ya nadie traía ardillas

A este momento del negocio, el comprador de ardillas dijo que tenía una sucursal de  ardillas en el extranjero, que iba a revisar cómo iban las cosas, pero que volvería pronto, que siguieran cogiendo ardillas, que él las compraría todas.

Dejó encargado de la gran jaula a un amigo que había venido de fuera quien, de vez en cuando daba información de cómo iban los negocios.

De repente, un día el encargado dice que las ardillas de la zona han subido de cotización y que han empezado a pagarlas a 50 €. Pero las expectativas que hay son fabulosas y que pueden llegar a pagarse el doble.

En una reunión con el pueblo, el encargado les presentó la posibilidad de hacer un negocio redondo: como ellos habían vendido ardillas a 5 euros, para que nadie saliera perdiendo, él iba a dar ardillas a 20 € con la seguridad de que llegarían a pagarse a más de 50€ en cuanto llegase el dueño de la jaula.

La gente se apresuró a invertir todos los ahorros que tenía comprando ardillas a 20 € y haciendo jaulas para guardarlas hasta que llegasen las cotizaciones más altas. Y el pueblo se llenó de nuevo de ardillas y en cuanto la jaula estuvo vacía, una noche desapareció el encargado y nadie supo más de él y el pueblo se quedó lleno de ardillas, sin saber qué hacer con ellas, esperando que aquel negocio que resultó en tan poco tiempo tan rentable, se concluyera, pero que no fue más que una nube de verano que los dejó a todos esperando la tan ansiada agua que jamás llegó y los dejó a todos en cueros esperando mojarse.

Un día apareció la noticia en TV que  narraba cómo un individuo había hecho un timo a un pueblo, comprando  todos los burros de la comarca, resultando ser el mismo caballero de buena figura, con el mismo socio. Por lo visto los habían metido en la  cárcel, pero llevaban ya muchos millones de euros timados. Como eran gente de prestigio y nunca habían estado en la cárcel, se hablaba de que estarían unos meses y después saldrían en libertad y sin cargos, pero con todos los ahorros de todos los vecinos del pueblo en su bolsillo.

La historia es triste, pero tan real como la misma vida y la pena es que el pueblo sencillo, que se fía de las bonitas palabras de los demagogos, siempre le toca pagar todos los platos rotos y, encima, siempre se consuela diciendo:”Todavía tenemos que dar gracias a Dios que nos deja con salud y con fuerzas para seguir trabajando y recuperarnos”

Es por esto por lo que se suele impedir y desprestigiar cualquier trabajo que se hace de concientización y de desarrollo de la capacidad crítica de la gente, pues se entiende que enseñar a pensar es el peor obstáculo para establecer la pillería.

LA CIUDAD DE LOS POZOS (Jorge Bucay)

Sentado en mi mesa de trabajo, justo al lado de la ventana que da a la calle; a un metro y medio exite un banco donde con frecuencia se sienta la gente y entablan conversaciones de toda índole, color,y gustos. El otro día era un grupo de jóvenes los que presumían de todos los artefactos que  tienen en su casa; uno decía que ya había tenido su padre que optar por amontonarlos en la terraza, porque no tenían sitio en la casa y los tenía tapados con un toldo. Mientras hablaban contando todo lo que tenían, los 8 que conversaban estaban todos con el movil escribiendo mensajes con los que se reían  y, desde fuera, daba la sensación de estar asistiendo a un espectáculo subrrealista.

            Frente a este espectáculo yo recordaba aquella historia que cuenta Jorge Bucay en su libro “El Camino de la Espiritualidad” en donde dice que había un país un poco especial: en él no vivían seres humanos sino “Pozos vivientes”.

Cada uno era distinto, tenía sus características propias: unos eran cuadrados, otros redondos, unos muy anchos, otros estrechos; unos hacían diferentes ensanches o adelgazamientos en su longitud… pero a la vista de todos, se conocían y se distinguían externamente por el brocal que lucían: unos lo tenían de piedra labrada, otros de ladrillo, otros de cemento, otros de tierra, otros de piedras preciosas y hasta de oro, otros de madera… etc. Otros eran simples agujeros pelados  que se abrían en la tierra.

La comunicación entre aquellos “habitantes” tan  extraños era de brocal a brocal y cada uno guardaba sus formas y sus distancias y se  relacionaba de acuerdo a su apariencia.

De repente, empezó a cundir la idea de que la grandeza de las cosas no estaba en la apariencia externa ni en los trastos inútiles de  los que estaba lleno, sino en la riqueza que había en su interior, en lo más profundo y, por tanto, debería cuidarse más el interior que la apariencia externa; entonces comenzaron a llenarse de cosas y muchos que habían entendido mál las cosas, empezaron a llenarse de trastos inútiles, de joyas valiosísimas, de monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos, algunos optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas y pianos de cola y sofisticadas pinturas postmodernas. Finalmente, los intelectuales, se llenaron de libros, y revistas especializadas… y cada uno presumia de todos los cachivaches que tenía dentro , aunque no servían para nada, pero todo el afán era apoderarse y llenarse de cosas, hasta  el punto que ya no tenían espacio dónde ponerlas y, mientras los más delgados se conformaban con lo que tenían, los anchos y espaciosos agrandaban más su volumen para guardar más cosas.

Entre todo aquel afán por acumular cosas, alguien se le ocurrió pensar que ¿Para qué quería todo aquello, pues solo le daba quebraderos de cabeza y comenzó a introducirse más en su interior, sin preocuparse de acaparar más cosas y, cual fue su sorpresa, cuando vió que en lo más profundo, empezó a aparecer agua; era algo que jamás había visto ni soñado.

El hallazgo fue tan lindo que dejó de procuparse por las cosas y empezó a sacarlas fuera a disfrutar y a jugar con el agua que había encontrado y que  iba humedeciendo todo el pozo y cambiando su fisonomía, hasta el punto que, el agua empezó a salir por el brocal y a regar los alrededores y empezaron a florecer las semillas que había esparcidas y a cubrirse de un manto verde, que cambió todo el exterior del pozo, a quien todos comenzaron a llamar con el apodo de  “El Vergel” y nacieron árboles  a su alrededor que se hicieron grandes y fuertes y se llenaron de pájaros y todos se preguntaban cómo había ocurrido aquel milagro

AEl Vergel@ respondía:  No es ningún milagro, se trata de la vida que tenemos en nuestro interior, simplemente hay que buscarla.

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero, desechaban la idea  cuando se daban cuenta que para ahondar en su  interior  tenían que vaciarse de todo lo que almacenaban dentro. Como estaban tan amarrados a las cosas que habían almacenado, no eran capaces de prescindir de ellas y prefirieron seguir acumulando cosas, antes que deshacerse de ellas.

En la otra punta de la ciudad, otro pozo, se animó y decidió correr el riesgo del vacío...Y empezó a profundizar...

Y también llegó al agua...

Y ocurrió lo mismo que en el primero y se creó un segundo oasis verde en el pueblo...

            Los pozos vecinos le preguntaban: Y cuando se te acabe el agua  y no tengas nada ¿qué harás? ¿No pensarás venir luego a pedirnos que te prestemos las cosas que has desechado?

- No sé lo que haré- contestaba-. Lo único que estoy dándome cuenta ahora es que , cuanta más agua saco, más agua hay y más feliz me siento.

Pasado un poco de tiempo, ambos pozos se dieron cuenta que el agua que ambos tenían era la misma, ambos estaban bebiendo de un río subterraneo que pasaba a una gran profundidad, con lo que ambos empezaban a tener una comunicación distinta, mucho más rica y profunda y no solo podían comunicarse de brocal a brocal, superficialmente, sino que tenían un nuevo punto de contacto mucho más rico.

AEs la forma de comunicación profunda que solo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de despojarse de cosas y contenidos vacíos y buscar en lo profundo de su ser toda la riqueza que tienen para dar...@ Es el deseo y el gran objetivo de toda pareja que se encuentra, se confiesa amor y se anima a formular un proyecto de futuro: desprenderse de lo inútil y vació y llegar al encuentro en la profundidad del ser. Esa es la clave del éxito y el gran milagro de la vida.

“EL SOL QUE NOS DESLUMBRA” (M. Bruque)


 
Estos días estamos viendo a los políticos enzarzados en discusiones que no tienen fin, porque cada uno se cree poseedor de la verdad absoluta y no está dispuesto a concederle el más míno atisbo de razón al otro; se trata de sacar adelante sus propios intereses e importa muy poco el bien del pueblo para el que han sido puestos.
Realmente es un espectáculo lamentable que tiene cansado ya al pueblo, pues  estamos viendo que es una verdadera tomadura de pelo y se burlan cínicamente de todos ciudadanos. 

Esto se parece a aquella discusión entre sabios que buscaban el estado de perfección absoluta y cada uno intentaba imponerse sobre los demás alegando sus razones:

            Uno gritaba desde la tribuna, para imponerse sobre los otros, que también gritaban, porque allí nadie se escuchaba y decía:

            -“La perfección se consigue el momento en que limpiamos el corazón de todos los deseos que responden a los bajos instintos del hombre, pues esto ciega al ser humano y pierde el control de su vida”

            Otro gritaba por allá al fondo:

            -“Es imposible llegar a ningún sitio, si es que estamos amarrados a unos intereses de un partido, de una empresa o de cualquier potencia económica, pues el dinero llena el corazón de avaricia y amarra nuestras vidas…”

            Otro gritaba desde una esquina insultando a los demás que no lo escuchaban:

            -“No se puede vivir con gente que no es capaz de escuchar ni dialogar tranquilamente y ver la verdad que puede haber en cada uno, respetando los diferentes puntos de vista…”

            Otro grupo de un sector de la sala daban voces desautorizando todo lo que allí pasaba y hablaban entre ellos:

            -“Aquí no queda más solución que alguien establezca unas normas, se impongan unos principios y se ajuste todo el mundo a ellos; el que no quiera hacerlo, que se atenga a las consecuencias, porque lo que no se puede permitir es que cada uno quiera salirse con las suyas y no nos entendamos nadie…”

            La verdad es que todos llevaban un poco de razón.

            En un momento, en el que llegó a convefrtirse la sala en un ruido ensordecedor, porque nadie se  escuchaba y todos gritaban sin atender lo que los otros decían… de repente se callaron todos y se hizo un silencio sepulcral que nadie se atrevió a romper durante varios minutos.

            En ese silencio, se levantó un anciano encorbado y dirigiéndose a la asamb lea dijo:

-“Señores ilustrados: he estado escuchando a cada uno de los que andaban por ahí gritando y veo que todos tienen una parte de la verdad, pero me doy cuenta que, todos creen que tienen la verdad absoluta y están como el que se ha quedado mirando fijamente al sol y, cuando aparta la mirada, se queda imposibilitado para ver otra cosa que no sea la luz de “su” sol que lo ha dejado ciego.

            El ser humano tiene luz, pero también tiene sombras, y es en ese contraste donde descubre la belleza de la vida; si se encuentra cegado por su luz, no puede ver la belleza que hay en los otros, o si se encuierra en su oscuridad, tampoco puede ver la luz que hay en los otros. Por eso, el ser humano, para encontrarle sentido a la vida y poder valorarlo todo en su justo medio, necesita de luces y de sombras, pues con las luces puede ayudar a construir el mundo y con las sombras se hace más humano, comprensivo y tolerante.

            La búsqueda de la verdad consiste en aceptarnos a nosotros mismos, en aceptar que podemos equivocarnos, porque no somos poseedores de toda la verdad y, sobre todo, en eliminar todos los intereses que se nos presentan, con el sol al que miramos y nos deja ciegos. Esto supone hacer constantemente un acto de conversión”

            La asamblea se levantó aplaudiendo y cada uno se fue a su casa poniendo en tela de juicio, todo lo que se creía saber.  

**+**

            Cuando vemos el espectáculo diario que nos están sirviendo nuestros dirigentes, no hago otra que pensar, ¿y no habrá nadie en este pueblo que sea capaz de pararlos y decirles que dejen de mirar cada uno a su “sol”, que los tiene ciegos, y se dediquen a mirar al pueblo que cada vez se hunde más en la sombra?

            Pero como esto parece que se ha puesto de moda, pues si lo hacen los de arriba, ya podemos imaginar lo que hacen los de abajo; también me pregunto: ¿Qué necesitaremos todos para detenernos un mopmento y darnos cuenta que, mientras no hagamos todos lo mismo, esto no nos lleva a ningún sitio? Lo único que haremos es ahondar más las distancias, afianzar más las divisiones.

"NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA" ( M. Bruque)


 
Con frecuencia, cuando las cosas van mal, parece que todo se confabula y unas cosas parece que atraen a otras y vienen rachas en la vida en las que todo se sale de carril y nos vienen hasta malos pensamientos: en culturas más primitivas inmediatamente llegan a pensar que alguien está haciéndole el mal a una persona o a una familia y en otras, no tan primitivas, se llega a decir y a sentir que alguien está haciendo “mal de ojo” y cosas de esas.

Este es un tema que, por muy adelantados que nos las demos, en todas partes ocurre y queda siempre en el aire la incógnita, aunque digamos que no creemos en esas cosas.       

Pero más allá de esto que queda fuera de nuestro control, nos encontramos con la realidad de la vida, que muchas veces se nos vuelve todo en contra y nos venimos abajo, porque no salen adelante nuestros planes, sin darnos cuenta que nunca es la realidad  con una sola dimensión, ni tampoco lo que tenemos o hemos  organizado es lo que más nos conviene y lo que nos va a hacer felices, hasta el punto que en muchos momentos es necesario que nos demos un golpe contra la realidad para reaccionar y salir del atolladero en donde nos habíamos metido y que nos podía llevar a la ruina.

            Es muy bueno que en momentos como los que estamos viviendo, en donde parece que todo se pone patas arriba, seamos capaces de descubrir todo lo bueno que la situación nos ofrece y que habíamos olvidado. 

            A este respecto recuerdo una historia muy sencilla que se cuenta por ahí de alguien que iba en un barco; se adentró en alta mar y le cogió una tormenta terrible que lo destruyó; tan solo logró salvarse uno de los marineros que logró cogerse a una tabla y las olas lo llevaron hasta un islote solitario y deshabitado.

            Cuando logró poner los pies en tierra dio gracias a Dios de sentirse a salvo pero había perdido la noción del espacio y no sabía dónde había llegado.

            Pasó la noche y a la mañana siguiente se dio una vuelta para ver si vivía alguien y poder preguntarle dónde se encontraba, pero en un par de horas le había dado la vuelta a todo el islote y no encontró más que pájaros. Estaba solo y perdido en medio del océano. Se dedicó a inspeccionar para ver si encontraba alguna fruta o algo para comer o algún manantial de agua para beber y encontró algunas cosas y un hilito de agua que fue su salvación.

            Cortó unos troncos e hizo una pequeña cabaña para guarecerse del sol y de la lluvia y allí guardaba las poquitas cosas que tenía para alimentarse.

Todas las mañanas se levantaba y se daba un paseo por la playa oteando el horizonte, para ver si pasaba algún barco y podía hacer señales, pero no se veía a nadie.

Una de aquellas mañanas, se dejó encendido el fuego que había hecho y, mientras se daba el paseo de costumbre, el viento sopló y se incendió la choza que se había hecho. Cuando volvió se encontró convertido en ceniza todo lo que tenía. Desconsolado gritó a Dios: “Señor, Tú que te haces llamar Padre, ¿Cómo no te das cuenta de este hijo que te clama a diario y vienes en su ayuda?

Aquella noche se sentó desesperado y renegando de Dios que guardaba silencio y no le escuchaba. A la mañana, cuando el sol despuntaba por el horizonte, llegaron en una lancha cuatro hombres que venían a rescatarlo. Perplejo y sin encontrar explicación les preguntó:

-¿Y quién les dijo a ustedes que yo estaba perdido e invocando a Dios que alguien viniera a socorrerme?

- Usted mismo –le contestaron- vimos el fuego que hizo y nos dimos cuenta que pedía auxilio. Aquí nos tiene.
 

La vida suele tratarnos así y, con mucha frecuencia, no es sino a través de un golpe duro cuando nos despertamos y nos hace rectificar posturas que habíamos aceptado y en las que nos habíamos acomodado. De ahí el refrán que reza: “No hay mal que por bien no venga”.
Como somos muy dados a olvidar la huistoria y coger caminos que, al olvidarla, nos vuelven a llevar al mismo sitio y la repetimos con frecuencia. Estos momentos fuertes de la vida, nos hacen ver con claridad el camino que abandonamos y que nunca debimos dejar.