viernes, 13 de diciembre de 2013

PAGINA DE MI DIARIO


EL NIÑO DE LA AVENIDA AMAZONAS

Navidad 1981

 
Estaba un  poco agobiado pues se me juntaron muchas cosas y el tiempo lo tenía muy escaso; me habían pedido un informe  que tenía que entregar en el Ministerio de Educación para que me concedieran un profesor para el colegio. Estábamos ya en los días próximos a la Navidad y urgía entregar toda la documentación.

Con el fin de estar a primera hora de la tarde en el Ministerio, me fui a comer algo ligero en  un restaurante de la Avda. Amazonas .

            Me senté en la mesa y cogí mi cuaderno para ir anotando lo que tenía que preparar mientras me atendía el camarero; cuando estaba   tomando algunas notas, siento que algo me toca el hombro, vuelvo la cabeza y  veo a un niño descalzo, con una camisa muy sucia que me dice despacito:

-          Señor, regáleme usted un "pansito" con un poco de queso…”

Me quedo mirándolo y le digo, como para excusarme: “No tengo…” pero su cara me desarmó, pues no me dejó terminar la frase, que hubiera sido una mentira flagrante.

-          “Es que tengo mucha hambre…”

-          “Vale, -le contesté- Pero hagamos un trato ¿Sí?: dime qué quieres comer, te sientas aquí conmigo, te lo comes calladito y te marchas ¿de acuerdo?

-          ¡Gracias, patrón! ¿Pero me regalará el "pansito" con queso que le pedí?

-          OK. Ya se lo aviso al mesero.

Inmediatamente se acercó el camarero y lo cogió de un brazo para sacarlo por la fuerza mientras lo insultaba.

-          No, déjelo. – le dije- Va a comer conmigo en mi mesa;  sírvale una pizza con un buen vaso de jugo de naranja y a mí, sírvame otra pizza con una cerveza helada.

Yo seguí  escribiendo algunas notas urgentes ensimismado en mi cuaderno; el camarero trajo la comida y el se lanzó sobre ella como un depredador sobre su presa. Creo que disfrutaba con la vista y el olfato más que con la misma boca. Como vio que yo seguía  con  mi cuaderno  sin hacer aprecio de la comida, me interrumpió con la boca llena:

-          Señor, ¿Es que no le gusta la comida? Está muy buena.

-          Sí que me gusta, pero es que tengo que hacer un trabajo  muy urgente.

-          Y por qué no lo hace más lueguito? 

-          Es que tengo que entregarlo inmediatamente después de comer 

-          ¡Ya! 

-          ¿Y qué va a hacer cuando entregue ese trabajo?

-          Me voy a mi tierra para abrir una escuela para niños como tú.

-          ¿Y en su tierra van los niños a la escuela?

-          ¡¡Claro!!  Tú también vas ¿No?   

-          No. Yo no puedo ir a la escuela

-          ¿Cómo así? ¿Nunca has ido a la escuela?

-          No. ¿Y por qué?

-          Yo no tengo padre; bueno, no sé si tengo;  yo no lo conozco. Mi madre se fue de casa y nos dejó a mi hermana menor y a mí con mi abuelita; vino el año pasado con un señor que decía que era su enamorado y al poco tiempo volvió con otro que decía que era su marido. Ninguno de los dos era mi padre. Yo no puedo ir a la escuela, porque mi abuelita está enferma y es muy mayor; ya no puede trabajar, entonces yo, tengo que salir todos los días a pedir, a buscar papeles o lo que sea para poder llevar algo  para que coman mi hermana y mi abuelita.

-          ¿Cuántos años tiene tu hermana?

-          Cuatro años, señor. Por eso le pedí que me regale un "pansito" con queso, es para que ellas coman algo.

-          Pero bueno,  tú deberías ir a la escuela para que puedas prepararte  y seas un hombre capaz de salir adelante en la vida…

-          Yo llevo todos los días la comida a casa y cuido de mi hermanita y de mi abuela… yo soy un hombre así como usted dice.

-          Pero a ti te debe gustar ser un hombre grande, capaz de hacer cosas grandes en la vida y para eso hay que prepararse…

-          Sí, a mí me gustaría  ir a la escuela y ser maestro para enseñarle a los niños a ser trabajadores y a cuidar de  sus padres y de sus hermanos, yo  pienso muchas veces en esas cosas, pero  eso  es  imaginaciones que uno se hace,  como cuando  me acuesto por la noche, o muchas veces cuando estoy con mi abuelita y mi hermana… Mi abuelita calienta una olla de agua, le pone un poco de sal y nos dice: “Ahora vamos a cerrar los ojos, y vamos a imaginar que metemos en la olla… que cada uno meta lo que quiera y cada uno vamos diciendo lo que imaginamos que metemos… un pollo, un pescado, fideos, ternera, arroz… cada uno mete lo que más le gusta y cuando  nos pone la sopa calentita, parece que sabe mejor.

Yo vivo siempre imaginando que mi papá quiere mucho a mi mamá y vive en casa con ella, que juega con mi hermanita y conmigo, que nos llevan al colegio y cuando volvemos a casa nos esperan y nos abrazan…

Ahora,  cuando llega la Navidad, yo imagino siempre cómo sería si en casa estuviéramos todos juntos: mi mamá podría cuidar a mi abuelita y todos juntos podríamos arreglar el pesebre y cantarle villancicos al Niñito Dios… Pero eso no puede ser, eso es la imaginación.

            Yo ya no podía aguantar el seguir escuchando  el relato del niño; me sentí el hombre más ridículo del mundo, que no merezco que Dios me tenga en la vida.

            Llamé al camarero, le pedí que preparara un pollo asado de los más grandes que tuviera, que pusiera tres buenas raciones de arroz y las preparase para llevar.

            Cuando el niño cogió la bolsa con la comida que había preparado el camarero, se quedó mirándome y se dibujó en su rostro un gesto de felicidad que solo Dios es capaz de dibujar en una persona y con una lágrima de alegría cruzándole la car me dijo:

-          “Gracias, señor, usted es muy bueno; mi abuelita, que sabe muchas oraciones, esta noche rezará una a Taita Diosito para que lo bendiga”

 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

CÓMO LLEGARON EL BUEY Y EL ASNO AL PORTAL

Es muy posible que en estos días, a medida que se van aproximando las fiestas de Navidad, nos vaya invadiendo un sentimiento de tristeza, de nostalgia, de insatisfacción… con una sensación de que todo el montaje nos lleva a algo que no nos satisface.
Ayer mismo, dos personas amigas me decían: “La Navidad es el momento que peor me siento, pues me falta toda la gente que quiero…”; la otra también me decía: “Si pudiera dormirme y amanecer el 10 de Enero, me sentiría feliz…” y ¿Cuántos de nosotros no hemos dicho alguna vez algo parecido?: “Me gustaría levantarme cuando todo hubiera pasado”
            La realidad es que la celebración de estas fiestas nos deja a todos insatisfechos, porque vemos que el hecho fundamental: el nacimiento, el crecimiento y el cultivo del amor, de la verdad, de la amistad, de la fraternidad  y de la paz, es lo que menos se celebra y, en el fondo, es lo que todos añoramos y vemos que, a todos nos faltan aquellas personas que nos dejaron huellas de todo eso que echamos en falta.
            En cambio ahora, estamos viendo que lo que se celebra es otra cosa: es el momento en que mucha gente alardea del poder que tiene; otros andan buscando el boato  y la apariencia… pero al final, todos, en el fondo, lo único que nos hace felices y que echamos de menos es la sencillez, la cercanía, el perdón, la comprensión la escucha, la amistad… y es que eso es NAVIDAD.
            Hay por ahí una historia  muy bonita que cuenta el momento del nacimiento de Jesús en el establo y, como hacía mucho frío, los ángeles salieron a buscar quién podía acercarse a arropar al Niño: se acercaron a los habitantes de Belén y dijeron que ellos tenían muchas cosas qué hacer y no podían estar allí perdiendo el tiempo, que si sus padres no podían cuidar al Niño que no lo hubieran traído al mundo; entonces los ángeles se acercaron a los animales: se fueron ante el león y le invitaron a que se hiciera presente en el establo y el león contestó: “Yo me pondré en la puerta, por si alguien llega queriendo hacerle daño al niño; yo no permitiré con mi fuerza que  nadie se acerque a Él.
            Los ángeles le contestaron:  “verá usted, el niño no necesita ningún guarda espaldas; los poderosos, los orgullosos, los que dominan y se creen dueños de todo no le hacen ningún favor”.
            Dejaron el león y se acercaron al zorro; le hicieron la propuesta y éste contestó inmediatamente: “No se preocupen, yo me meteré en todos los corrales de los vecinos y abasteceré de gallinas para que le hagan todo el caldo que necesite a su madre, para que pueda alimentarlo”
            Los ángeles le contestaron: “Verá, señor, no es eso lo que le estamos pidiendo, sino  que esté cercano al niño, que él sienta el calor y la presencia de alguien que lo quiere…”
            Se fueron entonces al pavo y le hicieron la misma propuesta y éste, después de consultarlo con otros, volvió con la repuesta: “De acuerdo, pero nos tienen que dejar que llevemos nuestros mejores trajes de plumas para adornar el establo, y poner aquello digno del  que ha nacido…”
            Los ángeles contestaron:  “Pero vean, no se trata de poner un escaparate para que la gente llegue y se quede sorprendida de toda la belleza que ustedes tienen, sino de crear calor y cercanía al Niño…”
            Entonces se acercaron al burro y al buey que estaban allí atados y les hicieron la misma propuesta: el burro contestó: “Yo soy un pobre animal que no tengo nada que llevar para regalar al niño, pues no me permiten más que trabajar y mi cuerpo  no tiene más que  heridas de los golpes que me dan, si es que puedo ayudar en algo, quizás pueda servir mi rabo para espantar las moscas que molesten al Niño…
            Y el buey respondió inmediatamente: “Ya ven, nosotros somos dos esclavos que nos machacan trabajando de sol a sol; yo paso mi vida arando y haciendo trabajos de fuerza que mi amo me manda, no creo que le pueda servir al niño de mi cuerpo más que el calor de  mi aliento para que pueda dormir tranquilo…”
            Los ángeles contestaron felices: ¡Por fin encontramos en la tierra lo que Dios está necesitando! Bienvenidos! Vénganse con nosotros al  establo, que el Niño Dios los está esperando…”
            Es posible que volviéramos a recuperar el sentido entrañable de la NAVIDAD el momento en que nos dejáramos de utilizar la fiesta para cumplidos y nos dedicáramos a cuidar la amistad, la fraternidad, el perdón, la verdad, la justicia, la alegría entre nosotros… de forma que estas fechas  fueran  cada año,  la celebración de un proyecto de vida que venimos manteniendo  y  que volvemos a encontrarnos cada año para celebrarlo  y renovarlo  en estos días.


viernes, 6 de diciembre de 2013

LO QUE VIVE DETRÁS DE LAS APARIENCIAS (Melitón Bruque)

            Con frecuencia hago un ejercicio de observación: salgo a dar una vuelta sin otro objetivo que mirar el rostro de la gente que va pasando por la calle; es un ejercicio muy sano y nos puede ayudar a descubrir muchas cosas, sobre todo, si es que nuestra vida está relacionada con el vivir diario de la gente, como puede ser la vida de un sacerdote, de un médico, de un maestro o de cualquier servidor público.

            Hemos de estar muy atentos, porque detrás del rostro de cada persona se esconden historias impresionantes, y nadie va por la vida dando patadas y proclamándose el grande y el interesante, arrollando a los que encuentra, a no ser que sea un pobre hombre o mujer, lleno de complejos, que lo que da en realidad es lástima, porque es lo único que produce quien se plantea ir de esa manera por la vida.

            En realidad, tendríamos que darnos cuenta que toda nuestra vida no es sino el eslabón de una cadena y todos vivimos y estamos interconectados y deberíamos darnos cuenta que lo que ocurre a uno afecta a todos.

            Esta reflexión me surge a raíz de una discusión con un grupo de personas en donde una sostenía a ultranza que ella no necesitaba nada de nadie, ni quería saber de la vida de nadie; que se sentía autónoma  y no le importaba nada que se refiriera a los vecinos en ningún sentido.

No valieron todas las razones que se dieron para que se convenciera y yo me estaba acordando de un detalle que leí por ahí en alguna revista donde se contaba que

 
            Antonio, un padre de familia, cierto día, cuando regresaba del trabajo, a  esas horas punta donde cualquier cosa  forma a veces unos atascos impresionantes, se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal; no valía ponerse nerviosos y en medio de todo el desorden por ahí le aparece un joven con una moto sorteando coches y metiéndose por los huecos que quedaban. Estuvo a punto de insultarlo al ver cómo estuvo a punto de golpearle el espejo de su coche; el que iba delante le llamó chuleras, baboso,  y otros insultos más, pero el chaval seguía sorteando coches y afrontando los insultos...

            Cuando Antonio estaba aparcando el coche delante de su casa recibe una llamada de su esposa diciendo que su hijo de dos años había tragado algo y estaba muy grave en el hospital.

            Cogió de nuevo el coche y salió disparado hacia el hospital. Cuando llegó, su esposa se abrazó a él llorando y diciendo: “No te preocupes, ya pasó todo, dios hizo el milagro que llegara a tiempo el médico, pues el niño estaba ya con el conocimiento perdido, completamente asfixiado” 

             Antonio se sintió aliviado y después de besar a su hijo y estrecharlo fuertemente contra su pecho, pidió hablar con el médico para agradecerle por lo que había hecho. Casi no alcanzó a darle las gracias pues no salía del estupor: el médico era el joven que hacía una hora iba sorteando coches y aguantando insultos para llegar a tiempo y poder salvar a su hijo. Él había estado a punto de insultarlo de la misma manera que había hecho el conductor que iba delante.

            No pudo contener las lágrimas y abrazó al médico dándole las gracias por haber salvado a su hijo y pidiéndole perdón por la ligereza con la que juzgamos la vida de los demás.

 

            Así ocurre con una frecuencia enorme, y pasamos por la vida sin darnos cuenta de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Por eso, cuando miras los rostros de la gente, cada uno es un cuadro conmovedor de una historia que merecería la pena ser escuchada y que  la inmensa mayoría se entierran sin haber visto jamás la luz de unos oídos que las escuchen.

FACUNDO "El Ricachón" (Melitón Bruque)


Facundo era un hombre bueno del pueblo que había heredado una gran fortuna: un palacio renacentista valorado en un montón de millones; dentro del palacio había obras de arte valiosísimas de los mejores pintores y escultores. En la herencia había recibido también unas fincas enormes que valían muchísimo dinero.

Efectivamente, facundo era el más rico del pueblo, el dueño de aquella gran fortuna, según constaba en los papeles, pero había algunas clausulas que debía cumplir: según establecía la ley,  aquella casa debía servir de albergue para peregrinos y, en el momento en que dejase de ser alojamiento, pasaba a ser patrimonio del estado.

Las fincas que tenía, estaba obligado a entregar lo que producían a instituciones benéficas y el resto a los pobres, él era el administrador de todo aquello y debía rendir cuentas de todo a los donantes; las joyas y las obras de arte que había dentro de la casa, estaban registradas como patrimonio cultural y artístico, con lo que Facundo no podía disponer de ellas para nada, él podía tenerlas en casa y admirarlas, pero de todo aquello debía cuidar esmeradamente.

Todo el mundo lo envidiaba y ponderaba sus riquezas, incluso, cuando alguien tenía una necesidad en el pueblo, todos lo enviaban a Facundo, para que él le diese una mano. Nadie podía imaginar que Facundo, apenas le alcanzaba para comer; nunca pudo permitirse una fiesta o un lujo y todos lo criticaban y lo llamaban ruin, tacaño, egoísta, insolidario... y todos los apelativos imaginables; es más, cuando alguien se le ocurría robarle algo se decía: AQuien roba a un ladrón tiene mil años de perdón@.

Y Facundo fue muriendo de tristeza, de soledad, criticado, incomprendido y destrozado por un peso que le habían puesto sobre sus espaldas, sin haberlo querido ni buscado, pues él siempre soñó con ser libre, con tener una casita pobre, con las puertas abiertas a todo el mundo, sin miedo a que los ladrones pudieran hacer un expolio, donde fuera considerado y sentido como un hermano más que comparte las alegrías y las penas, pero tuvo que reducir su vida a ser el guardián de algo que solo le trajo dolores de cabeza y enfrentamientos constantes con el pueblo