jueves, 17 de diciembre de 2015

SEMBRAR SOLEDADES -Meliton Bruque-



Hoy me encontré con un amigo y lo vi que se alegró mucho de verme, más de lo acostumbrado, hasta el punto que me sorprendió bastante y quise rascar un poco en su corazón para que me dijera qué le ocurría; no tuve que insistir mucho y rápidamente abrió su alma para contarme sus pesares: “Murió Leli, como sabes, y ya nada es igual; quisiera cerrar los ojos y amanecer al final del mes de enero; me siento fuera de tiempo, fuera de contexto y fuera completamente de la vida que vivimos; no soporto la mentira en la que nos están obligando a vivir, la prisa con la que vivimos, la indiferencia en la que nos hemos instalado… Leli era para mí mis pies, mis manos, mi vida, mi horizonte; no entendía la vida sin ella y me he quedado completamente desconcertado, como quien llega a un sitio donde no conoce a nadie y te encuentras sin casa, sin dinero y sin tener a qué echar mano. ¿Cómo quieres que esté con alegría en esta navidad?

         Es muy posible que haya entre los que nos escuchan alguien que se encuentre así, que haya llegado a esta situación, pero también es posible que haya muchos otros que vienen andando en un camino que les puede abocar a este mismo sitio y es muy bueno que nos detengamos a examinar nuestra postura, ya que con frecuencia esperamos que nos lo den todo hecho y no nos damos cuenta que cada uno debemos ser constructores de alegría, de felicidad para todo el que nos rodee y de forma especial para aquellos que tenemos más cercanos.

         Invito para nuestra tertulia a escuchar tranquilamente lo que un escritor genial,  Khalil Gibran, en un libro precioso que tiene titulado “El Profeta” en el que le cuenta a sus vecinos sus ideas sobre el matrimonio:

 

         “Vosotros nacisteis juntos, y juntos estaréis también cuando las alas blancas de la muerte pongan fin a vuestros días, pues continuaréis unidos en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacio entre los dos. Que pueda el cielo pasar entre vuestros cuerpos. Amad, pero no transforméis el amor en una atadura. Que el uno llene el cuerpo del otro, pero jamás bebáis los dos del mismo vaso. Cantad y danzad, estad alegres, pero que cada uno mantenga su independencia: las cuerdas de un laúd están solas, aunque vibren todas con la misma música. Entregad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo posea, pues sólo la mano de la vida puede contener corazones enteros. Permaneced unidos, pero no muy juntos, pues los pilares de un templo están separados. El roble no crece a la sombra del ciprés, ni el ciprés puede crecer a la sombra del roble”.

        
Ciertamente, cuando llegan momentos como éste que se nos avecina, nos puede invadir de forma concentrada, toda la soledad y el aislamiento en el que nos venimos refugiando en nuestra vida y, en consecuencia, de golpe nos encontramos completamente solos e incapacitados para abrirnos a los demás, incluso a los más cercanos que tenemos, como pueden ser los hijos o los hermanos.

EL SAPO Y EL ROSAL


            Con frecuencia funcionamos a base de prejuicios que nos hacemos,  basados en  algo que alguien vino y nos contó, que a su vez le habían contado, pero sin haber sido contrastado jamás en la realidad… Es el caso que justamente en estos días me acaba de ocurrir con alguien que vino a presentarme su problema por el que atraviesa, ante la crisis que nos amordaza.

            Inmediatamente que se enteraron que le había ayudado, alguien vino para contarme un montón de cosas sobre la familia; yo no quise hacerme ningún juicio previo mientras no lo constatase por mi propio ojo: me fui a la casa y después de ver la situación, sentí ganas de irme a la de la persona informante para decirle que no deseo que la vida le haga pasar por la misma situación…

            Esto que ocurre con tanta frecuencia, y que hace que la vida se vuelva una tragedia, ya que a los problemas que vienen por sí solos, se unen los que se fabrican con nuestros chismes y nuestros prejuicios, es exactamente  lo mismo que, constantemente escucho por todas partes, sobre las riquezas de la iglesia y sobre el fallo que cometió tal o cual cura… cosa que podemos trasladar a cualquier otro estamento de nuestra sociedad: maestro, alcalde, policía, artesano, comerciante… y, cuando queremos acordar, ponemos marcos a las personas que luego resulta imposible quitárselos, pues antes de que nos acerquemos a alguien, ya lo estamos juzgando por el marco que le han puesto, sin valorar todo lo bueno que tiene y todo el bien que está haciendo y las posibilidades que tiene.

            Quizás nos puede ayudar a escenificar el hecho una historia muy bonita que anda por ahí por las redes:

 

            Cuenta que había en un jardín un rosal que era la atracción de todo el que paseaba; sus rosas eran las más hermosas y fotografiadas, pero había algo raro: nadie se acercaba a tocar las rosas ni a olerlas, a pesar de que su fragancia era una maravilla.

            El rosal estaba preocupado y sus rosas empezaron a protestarle y pedirle explicaciones. Una de ellas estuvo observando el gesto de la gente cuando intentaba acercarse y veía que todos miraban al suelo y hacían un gesto de asco y de miedo y se retiraban, se lo contó al rosal y todos se dieron cuenta que a su sombra había un enorme sapo, verdoso, pegajoso y feo que repugnaba a la gente.

            El rosal, con todas sus rosas, se indignaron contra el sapo y lo expulsaron de sus alrededores, pues desdecía de su belleza. El pobre sapo avergonzado se retiró pidiendo perdón por las molestias que les había causado.

            Al poco tiempo, las hojas del rosal empezaron a arrugarse con un purgón que las invadió y se pusieron amarillas. Las rosas, antes que abrieran sus capullos, las hormigas los invadían y se secaban y aquel purgón dejó el rosal hecho una verdadera lástima.

            Un día se le ocurrió al sapo pasar por delante del rosal y se paró para mirarlo en la situación lamentable en la que se encontraba y le preguntó qué era lo que pasaba, a lo que el rosal le contestó: hay unas hormigas que me dejan un líquido en mis hojas y en mis flores que nos seca y nos resulta imposible florecer ni vivir.

            El sapo le contestó: “Claro está, tú no quisiste reconocer el servicio que yo te hacía, pues era yo el que se comía esas hormigas, impidiéndoles que te invadieran, pero tú preferiste hacerme desaparecer de tu presencia para que solo brillara la belleza de tus flores, sin darte cuenta que para mantener esa  belleza, tiene que haber otros que han de aguantar la dureza de la vida”.

 

            Y yo no puedo dejar de pensar en toda esa gente que durante mucho tiempo brilló y alardeó de grandeza a costillas del sudor de los demás y del desprecio, haciendo todo lo posible por retirarlos de su presencia y teniendo por un ultraje el sentirlos a su lado. Cuando estos pobres desaparecieron, se le apagó la luz a estos que se creían astros, cuando en realidad nunca lucieron con luz propia y todos sus honores fueron a costillas del sudor de los demás.

lunes, 2 de noviembre de 2015

EL JUEGO DE LOS POLÍTICOS



Estoy seguro que todos oímos y participamos a cada momento en conversaciones en las que el tema de actualidad son los ladrones que se han robado todo lo que había y el disgusto generalizado de ver que nadie devuelve un solo céntimo y todos andan de un lado para otro echándose la pelota, entre jueces y políticos montando el gran espectáculo para el pueblo y, cuando ya parece que la cosa se pone un poco complicada, entonces se ponen a montar escándalos contra la iglesia agrediendo a la gente en sus sentimientos religiosos y de esa manera rebajan la tensión y siguen su juego burlándose del pueblo.

            Me he encontrado por ahí una historia que viene a ser una fotografía de la realidad actual y que la traigo para que ilustre nuestra tertulia de hoy:

Se Cuenta que en los tiempos de los últimos Reyes de Francia, antes de la Revolución Francesa, y durante el "Despotismo", donde el Rey era "El Estado", un funcionario de la corona, Recaudador de impuestos, se acercó a su Rey haciéndole una propuesta para aumentar la recaudación; el funcionario le proponía al rey aumentar la presión sobre los ricos para que pagaran más puesto que tenían más riquezas…

El rey se lo quedó mirando y se sonrió diciendo: “Te agradezco tu fidelidad pero veo que eres muy ingenuo: no, mi querido amigo,

¡A los RICOS no se les puede tocar...! Son mis amigos, y si los enojamos ya no me van a invitar a sus fiestas, francachelas, guateques, bautizos, bodorrios, … a sus negocios. ¿Es que no te das cuenta?  Ellos y nosotros somos la "gente guapa", ¡no les podemos hacer eso!.

Además, piensa despacio: ¿Cuántos RICOS hay en el Reino? ¿Cuánto más podríamos recaudar? No, no, no. ¡Eso ni pensarlo! ¡Eso es un disparate! Además ¿no te das cuenta de que tienen dinero y poder y se nos pueden marchar a otro Reino llevándoselo todo?

De todas formas te agradezco tu preocupación, aunque veo que tú no tienes el conocimiento que yo tengo".

El Recaudador se fue un poco humillado intentando encontrar otra propuesta que agradara al rey y cuando la encontró fue de nuevo a exponérsela: “Vera, majestad, he estado pensando y viendo que en el reino la inmensa mayoría es pobre, sería cuestión de apretarles un poquito y resultaría mucho más grande la recaudación que podríamos hacer…

Cuando se la presentó al Rey, éste contestó casi alterado: “¿a los pobres?  ¡Estás loco amigo mío! Si apenas tienen para comer y se encuentran así porque son unos flojos, unos ignorantes, unos viciosos… con ellos no se puede contar para nada, olvídate! ¡Déjalos tranquilos como están, es mejor no alborotarlos!

. Déjalos como están. Así viven contentos y tranquilos, sin ambiciones. No hay que alborotarlos. Además, ¿No te das cuenta que son ellos los que votan?...

Entonces el funcionario, completamente le preguntó al Rey:

“Majestad, le ruego entonces que me sugiera usted qué puedo hacer para poder recaudar más impuestos para la Corona"

Entonces el rey le dio la solución: "Tienes que apretar más a los de la CLASE MEDIA, a los burgueses, a los profesionales, a los comerciantes, a los académicos, a los científicos, a los músicos, a la mediana burocracia, a los autónomos etc., etc.,etc., ¡A ESOS SÍ!"

El Recaudador contestó: "Pero majestad, si es precisamente a estos a los que les estamos cobrando todo lo que se recauda en el reino. Es a ellos a los que siempre les aumentamos los impuestos. ¡Se nos van a enojar!".

Y el Rey le contestó: "Es posible, pero la CLASE MEDIA tiene algo que las otras clases no tienen, o que muy pocas de ellas tienen: Tienen sueños y ambiciones. Y su mayor sueño es ser RICOS algún día. Por lo mismo estudian y estudian; trabajan, y trabajan, y trabajan… Sí, se van a molestar por tener que pagar más impuestos, pero su sueño es superior a su enojo, y por lo mismo van a seguir estudiando y trabajando con la ilusión de llegar a ser RICOS un día.

Pero tampoco nos conviene que lleguen a ser RICOS porque entonces ¿Quién pagaría impuestos? –Concluyó el funcionario-

¡Exactamente! Tú lo acabas de decir: si los dejamos, se harán ricos y ya no pagarán impuestos, por eso hay que estrujarles para que nunca puedan llegar a serlo.. Recuerda siempre: los POBRES votan, la CLASE MEDIA paga y los RICOS que son los dueños de todo lo que tenemos, nos celebran y nos invitan a sus fiestas".

 

Y yo que me encuentro con esta historia me quedo sorprendido al ver el parecido tan fantástico que tiene con nuestra realidad; Y yo concluyo con algo que no me acabo de aclarar: ¿Cómo es posible que los pobres no nos demos cuenta de la forma que tienen de jugar con nosotros y sigamos manteniendo en el poder a esta banda de buitres?

COMEDIA EN DOS ACTOS.


Acto I

No sé si a alguno de ustedes se le ocurrió detenerse a pensar ante el espectáculo que presentan algunas personas viéndolas como no tienen tiempo para nada ni para nadie, viven tremendamente estresadas, no saben hablar de otra cosa que de dinero, de negocios, de trabajo… Pero lo peor no es eso, es que no dudan en machacar a quien cogen por delante, estrujan a los obreros, no los dejan respirar… y no los ves gozar tranquilamente un día con sus amigos y familiares o participando en alguna tarea comunitaria gratuita y amigablemente.

            ¿Venir a esta vida para para vivir así?  ¿No valorar una alegría que le des a alguien o una sonrisa si es que no está todo tasado por el dinero…?  Jesús cuenta una parábola muy sencilla refiriéndose a alguien que vivía así y termina diciendo: “Tonto, esta noche vas a perder la vida, ¿Quién se va a llevar todo eso que has almacenado?

 

Acto II

            Vamos a traducir la parábola de Jesús acomodándola a una escena imaginaria en la que Dios se encuentra con esta persona a quien vamos a llamar D. Panfleto en el momento que ya se acabaron los trabajos y los quehaceres de este mundo: Le da un mareo y en un momento se encuentra con Dios que vine hacia él con una maleta en la mano, y dirigiéndose a él le sonríe diciéndole:

-¿Usted es D. Panfleto?

-Sí Señor, para servirle.

-¡Vaya, perdóneme por haberme tardado un poquito, es que no encontraba su maleta;

D. Panfleto asombrado preguntó:

-¿Y para qué quiero yo la maleta?

-Bueno –dijo Dios- Es que ya terminó su tiempo y tiene que regresar.

-¡Pero eso no puede ser, cómo puede imaginar! ¡Me quedan un montón de cosas que hacer y yo no tengo preparado nada!

-Lo siento, pero este era su tiempo y usted lo ha empleado en lo que ha querido, ya no hay posibilidad de volver, usted ya salió del tiempo

D. Panfleto desconcertado preguntó a Dios:

-¿Y que trae ahí en la maleta que pesa tan poco?

-Yo, simplemente recogí sus cosas, lo que no le pertenecía lo dejé

-¿Qué ha traído mis cosas? Entonces habrá traído mi ropa, mi dinero, mis negocios, mis recuerdos…?

-Le repito: Yo solo cogí sus pertenencias

-¡Pues eso, lo que es mío: mi dinero, el que yo gané…

-Perdone, eso nunca fue suyo, eso era de la tierra y de los que lo sudaron

A D. Panfleto se le vino el sombrajo encima:

-¿Se habrá traído entonces todos mis recuerdos, los que yo guardaba como algo entrañable?

-Eso nunca le perteneció, esas cosas pertenecen al tiempo.

-Por lo menos me habrá traído mis habilidades, mi astucia, mi…

-Eso nunca fue suyo, fueron las circunstancias las que le dieron las posibilidades para sus estrategias

- ¿Me habrá dejado, entonces mis amigos, mi familia…?

-Tampoco eso le perteneció, todos ellos fueron compañeros de camino

- ¿Me habrá traído a mi mujer, a mis hijos, no?
-Tu mujer, tus hijos fueron un regalo que yo hice a tu corazón, pero no eran tuyos

¡Por lo menos me traerás mi cuerpo!

-¿Tu cuerpo? Eso nunca fue tuyo, eso era polvo de la tierra

-Entonces me habrá traído mi alma.
-¿Desde cuándo eras tú el dueño de tu alma que tanto castigaste?

Entonces el hombre lleno de miedo, le cogió a Dios la maleta y al abrirla se dio cuenta que estaba vacía... Llorando amargamente D. Panfleto se dirigió a Dios diciendo:

-¿Entonces qué he hecho yo en la vida? ¿Me quieres decir que nunca tuve nada?

-Así es, te lo estuve advirtiendo a cada momento, pero te burlabas de mis advertencias y no tuviste otra cosa ni otra meta que reunir dinero, y jamás se te ocurrió hacer feliz a nadie con él; ahora se lo han llevado todo tus enemigos.

 

Moraleja:

La vida es un regalo que se nos hace para que con ella hagamos felices a quienes nos rodean y no para aprovecharnos de ellos.

En la vida somos dueños y responsables de todo lo que hacemos; o dejamos de hacer, eso es lo único que nos pertenece y es como el agua que nos llena las manos: se nos va por todas partes y cada momento es una posibilidad de regar o sembrar vida, o también de matar.
El peor de los fracasos es que no hayamos hecho otra cosa que ganar dinero y al final, solo tengamos eso: dinero, pero sin alguien que recuerde una sonrisa nuestra de cariño. Si el dinero, la riqueza y los títulos o el poder no los empleamos en beneficio del mundo y de los hombres, nuestra muerte será el peor de los fracasos, volveremos con nuestra maleta vacía, o lo que es peor, llena de polillas

martes, 13 de octubre de 2015

MI ÁRBOL DE CAQUI -Melitón Bruque-


   En este mundo que vivimos  en el que  todo ha de tener su respuesta inmediata: tú das el dinero e inmediatamente tienes lo que has comprado aunque esté en el otro lado del mundo; donde el ritmo de la vida es tan acelerado que no se deja tiempo a crecer ni a madurar las actitudes ni las decisiones y, menos aún, a tomar conciencia de las cosas y rectificar.

            Esta forma de ser es muy típica de la juventud actual: las cosas, “Ya y ahora”, pero en sea dinámica vamos entrando todos y no queremos aceptar que, por mucho que corramos la vida tiene su ritmo que es inalterable y cuando lo rompemos queriendo sacar las cosas de su contexto.

La vida es como el árbol de Caqui que tiene mi hermano en su huerto, si no dejas que maduren los frutos, es muy probable que te Aarruguen@ el alma y el entendimiento cuando los muerdes y, es más fácil todavía que las experiencias negativas que te pueden venir hagan que miremos la vida con decepción y desconfianza, pues al final, concluimos que no podemos fiarnos de nadie. Esto es muy normal en el terreno del dinero, del sexo, del trabajo... queremos los resultados inmediatamente y con frecuencia, si no se ha madurado, nos puede resultar amarga la experiencia.

 

Mi amigo Alfonso es un hombre amante de la naturaleza; toda su vida ha vivido en contacto con el campo y es un entendido en árboles y en los ciclos de la naturaleza. Siempre nos dice que no hay mejor universidad que la del campo, solo hay que ser buen alumno y observarlo, pues éste nos enseña a vivir.

Alfonso hablaba con frecuencia a su hijo Juan de todo lo que él sabía, pero el joven había optado por otra forma de vida más pragmática y prefería la inmediatez de las cosas.

Alfonso había plantado un árbol de Caqui en su huerto, pues es una planta de origen japonés que le fascinaba por su estructura y por el fruto y también por las características del árbol.

Juan, su hijo, lo estuvo viendo crecer varios años hasta que, el primero que aparecieron las flores y después el fruto, aquello fue una fiesta para el chaval  y cada mañana iba a observarlo.

Llegó el momento que los caquis estaban gordos como naranjas con un color verde precioso y Juan se mordía las uñas de nerviosismo por meterles mano, a pesar de las advertencias de su padre: “No los toques hasta que estén bien maduros, pues te arrepentirás de morderlos”. Pero el joven  los miraba, los tocaba, los apretaba para que madurasen, hasta que llegó el momento que de tanto estrujarlos habían perdido la tersura y comenzaban a ponerse blandos y hasta caerse del árbol.

Alfonso le había explicado a su hijo todo el proceso y la necesidad de que madurasen y cogieran otro color rosado, pero no pudiendo esperar más, en cuanto comenzaron a coger un color amarillento Juan, con un grupo de amigos, se lanzaron una tarde dispuestos a devorarlos.

La sorpresa fue tremenda: la boca se les arrugó y los trozos que tragaron les produjeron unos vómitos y una diarrea terribles. Se fueron decepcionados del árbol y comenzaron a decir que era el peor de los árboles del huerto y que era un disparate tener un árbol de esos ocupando un espacio en cualquier jardín o huerto de una casa..

 
Y es que es así: la vida no se vive en un día, hay que dejar que vaya madurando cada etapa, pues en ella nos vamos preparando para afrontar la siguiente, si salimos mal parado de una etapa, la siguiente se nos hará tremendamente difícil y hasta insuperable pues no habremos podido encajar los golpes de la anterior, dando por resultado una vida llena de fracasos, de tristeza y de sentido.

“EL ABUELO ROQUE” -Melitón Bruque-


                  ¿Quién de nosotros no siente nostalgia de cosas y costumbres hermosas que se perdieron y no han sido suplantadas por algo que las mejorara, sino que, por el contrario, fueron desapareciendo y hemos entrado en otra dinámica en la que nos sentimos desbordados y en la que no funciona más valor que el dinero y el vicio, renunciando a nuestras raíces y a nuestra cultura?

            Esto es muy común en nuestras fiestas populares que en su inicio tuvieron un sentido profundo de agradecimiento, de fraternidad, de solidaridad entre todos los vecinos y terminaron en un auténtico desmadre. Es cuestión de que cada uno analice lo que conoce.

 

            A raíz de esta experiencia me remito a la situación de una aldea preciosa en la que veneran a S. Roque, pero todo comenzó por algo muy sencillo:

            Uno de los vecinos de la aldea lo llamaban familiarmente “El abuelo Roque”; este hombre era una institución en la aldea: un hombre que jamás se le oyó hablar mal de nadie, sino todo lo contrario: estaba atento siempre a las necesidades de los demás, muy cercano al sufrimiento de todos sus vecinos, de tal forma que se convirtió en el “abuelo” de todos: un apoyo sentimental a quien acudían ante cualquier situación adversa para conversar con él y siempre salían consolados y animados a tomar decisiones que casi siempre eran acertadas.

            Justamente en el mes de agosto, por el día de su santo, él invitaba a todos los vecinos a una merienda compartiendo el vino que él mismo cosechaba; en las  afueras del pueblo, se encontraban las eras  donde se trillaban los cereales que se recogían durante el verano; a estas alturas del mes de agosto ya se habían terminado todas las tareas del verano y todo el pueblo se reunía, barrían las eras y allí encendían una hoguera con todas las brozas recogidas, y cosas que estorbaban en la casa.

            Cada vecino hacía una comida y “El abuelo Roque” traía su vino y, en torno a la hoguera, compartían la comida familiar que habían preparado.

“El abuelo Roque” concluía el encuentro invitando a un momento de silencio en el que él oraba a Dios pidiéndole que cuidara aquellas familias, que bendijera su trabajo, sus hogares y sus personas con la salud, con la amistad, con la alegría y con la paz entre todos.

            Aquel gesto lo venían repitiendo cada año y los vecinos de la aldea sentían que Dios se estaba feliz con el gesto de aquel hombre a quien escuchaba en su oración por todos sus vecinos y las cosas marchaban cada vez mejor entre ellos.

            Llegó el día triste en que murió Roque y todos sintieron que quedaban como huérfanos, como que habían perdido el engranaje de toda la aldea y el intercesor de todos ante Dios. Como homenaje a su persona y a su vida, cuando llegó el día 16 de agosto se reunieron todos como una piña y repitieron al pie de la letra todo lo que hacía el “Abuelo Roque” y aquel encuentro anual quedó como una tradición inquebrantable, pues aquello reforzaba los lazos de amistad y de solidaridad entre todos los vecinos que sentían que “El Abuelo” desde el cielo los apoyaba consiguiendo que Dios los bendijera.

            Hubo alguien que en un momento se detuvo a pensar: ¿Qué oración era la que Roque rezaba a Dios para que lo escuchara? Y resultaba que nadie la había escuchado jamás, entonces ellos optaron por hacer cada uno la suya poniéndose de acuerdo en dedicar un momento de la fiesta para encontrarse con Dios y con D. Roque, en el silencio de su corazón y, cuando alguien invitó a compartir lo que habían dicho a Dios, muchos dijeron que habían sentido que Dios les decía que se estaba feliz de encontrarse con ellos en aquella reunión.

Y el día de S. Roque fue establecido como fiesta de la aldea en la que todos compartían lo que tenían y juntos le pedían a Dios que los conservara con vida y con la amistad que los hacía sentirse en familia.

            Pero pasaron los años y murieron los que conocieron al “Abuelo Roque” y habían vivido la experiencia de fraternidad de la aldea y la del encuentro anual y comenzaron a criticar aquellas costumbres ancestrales y a llamarlas retrógradas y primitivas; arreglaron las casas que  habían comprado de la aldea y las adecuaron a los nuevos tiempos, se pusieron al día en todas las nuevas tecnologías y nadie más quiso saber de tradiciones ni de gestos de solidaridad, menos aún de reunirse para ir a barrer la era que la convirtieron en un escenario para conciertos de música y la fiesta de S. Roque la convirtieron en un encuentro anual de música, de “botellón”, de droga  y de desmadre.

            Nadie recuerda hoy las raíces tan hermosas de aquella fecha de encuentro, que significaba fraternidad, amistad, solidaridad y necesidad de vivir en familia.

 
            Y así sucede en un montón de cosas que con el paso del tiempo añoramos y que hace que sintamos que otros tiempos pasados fueron mejores; y no es que sea así, sino que es triste que vaciemos el contenido de las cosas que nacieron con un sentido y las llenemos de otro que no tiene nada que ver con el original y que hasta se opone por completo. Es cuestión de que analicemos muchas de los acontecimientos que hoy celebramos y veamos en qué han quedado y en qué se parecen al sentido que les dio origen

CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN -Melitón Bruque-


 

 

Todos los días se sienta en el mismo sitio y no permite que nadie se lo quite; esta tarde, cuando llegó y vio que otra mujer se había sentado en su lugar se puso furiosa.

Ver la tontería por la que montamos un problema me ha hecho que me detenga a pensar en algo que hago a diario y me doy cuenta que siempre repito los mismos movimientos y los hago de forma totalmente inconsciente, por ejemplo: siempre me acuesto por el mismo lado de la cama y hago el mismo movimiento para levantarme;  me siento en el mismo sitio de la mesa, me cepillo los dientes de la misma manera; me peino de la misma manera; entro por la misma puerta de las dos que tiene la iglesia y ocupo el mismo sitio… hasta cuando voy al bar con los amigos, siempre nos ponemos en el mismo sitio, si es que está libre,  claro está.

Al caer en la cuenta de esta realidad me ha venido al recuerdo un camino lleno de curvas, vueltas y revueltas que hacía con mucha frecuencia y cada vez que pasaba por allí, siempre protestaba, porque cada vez le veía menos sentido a todas aquellas revueltas y curvas inútiles, de forma que el camino se alargaba enormemente y sin sentido; pero el caso es que, toda la gente que pasaba por allí, siempre la oí protestar por lo mismo y dar las mismas explicaciones: que si el dueño del terreno no había querido que el camino pasara por un lugar determinado, que si es que en cierto recoveco habían matado a alguien y decían que se aparecía el espíritu, que en un barranco se habían oído voces extrañas… otros decían que habían echado un burro por delante para que él viera  lo que le venía más cómodo… el caso es que un trayecto que tranquilamente se podría hacer en media hora, empleábamos más de dos horas, pues se hacía veinte veces más largo.

Pero lo increíble es que nadie abría el sendero por otro lado para acortar el camino y todos seguíamos, como por inercia, recorriendo todos los días las curvas y las revueltas protestando y aguantando el sin sentido; había llegado a crearse una especie de miedo o tabú al que nadie se atrevía a hacer frente y seguíamos recorriéndolo porque desde siempre ese había sido el camino que llevaba a “Rincón Alto”, que así se llamaba la aldea a donde conducía.

Años después, llegaron unos jóvenes dispuestos a enderezar las curvas, hacer una calzada más ancha y transitable  y hacer  algunos espacios de descanso, desde los que se podría divisar un hermoso paisaje  y la aldea entera se levantó oponiéndose al proyecto y diciendo que ese camino se había tenido así desde siempre y que eso había pasado a ser parte del paisaje y elemento básico de su cultura, pues por allí habían transitado sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos  y no permitían que nadie cambiara  algo que estaba tan enraizado en la historia del pueblo… y los vecinos de “Rincón  Alto” siguen haciendo tres horas de camino para andar  los dos  kilómetros que los separan de “Rincón Bajo”

Y es que no falla: el ser humano es una especie de animal de costumbres que tiende a repetir y hacer tradición hasta los mismos movimientos que hace y que llega a repetir de forma mecánica, como autómatas, sin detenernos a preguntar por qué lo hacemos o la posibilidad que habría de hacerlo de otra manera, llegando así a pensar que, cambiar alguna de esas rutinas que repetimos a diario, pueden crear un problema que se convierte en tragedia.

Esta actitud, que a simple vista aparece como un absurdo y una estupidez, es exactamente lo mismo que podemos trasplantar a otros campos, por ejemplo: estoy pensando en aquellos que, viendo lo que está ocurriendo con nuestros políticos, la forma que tienen de hacer las cosas y la corrupción a la que han llegado, te encuentras a gente que dice: “mi padre, mi abuelo, y mi bisabuelo… votaron siempre a… (lo que sea) y yo seguiré votando aunque  eso me cueste la vida”; la misma cosa ocurre con la religión: cualquier cosa la hacen dogma inamovible y si alguien se le ocurre cambiar un jarrón de flores, puede armarse una crisis espantosa.

 ¡Con lo fácil, sencilla y bonita que es la vida que nace cada mañana y va cambiando de color a medida que el sol hace su recorrido, hasta que se esconde por la tarde en el horizonte!

Sería lindo que nosotros fuéramos capaces de ir adaptándonos a cada momento de luz de la vida, desde que nacemos hasta que morimos, de forma que fuéramos un regalo para quien le toque estar a nuestro lado en el momento que sea.

EL BOOMERANG DE LA VIDA Melitón Bruque


  
Lo peor que nos puede ocurrir en la vida es llegar a sentirnos los poseedores absolutos de la verdad y de la razón y creer que lo que pensamos, lo que decimos o lo que hacemos es irrefutable, hasta el punto que tratamos como imbéciles a todos aquellos que no piensan como nosotros y ni siquiera creemos que vale la pena escucharlos y no nos damos cuenta que las consecuencias que esa actitud genera en la vida son nefastas, pues llega un momento en que nadie nos soporta y poco a poco la gente se va apartando y relegándonos como alguien con quien no se puede tratar ni vale la pena dedicarle un momento de nuestro tiempo.

Quizás nos sirva este ejemplo que es absolutamente real, aunque el nombre de la protagonista sea ficticio, pero es la historia de alguien que comentaban en un grupo de diálogo entre varias personas, ya que la implicada era conocida por todo el pueblo.

 

Hipólita es la señora típica del pueblo sencillo que se creía la reina, a la que –según ella- todos debían estar muy agradecidos porque en la época del hambre había dado de comer a mucha gente, claro, nunca decía a cambio de qué, ni la forma que había tenido de tratar a los que daba de comer, pero creía que con lo que había dado le daba derecho a seguir sometiendo a la gente sencilla y pobre del pueblo.

Como su “ego” lo tenía tan exaltado, no permitía que nadie le hiciera la más mínima crítica, ni que le llevaran la contraria, era capaz de fulminar a cualquiera, convencida de que esa era la forma en que se debía tratar a gente analfabeta y sin luces, que era como ella consideraba a todos sus vecinos.

Los tiempos fueron cambiando y veía cómo cada vez era menos escuchada, la gente iba dejando de visitarla; es más, a la hora de llamar a las vecinas para que le limpiaran la casa, cada vez tenía más dificultad en encontrar a gente para que le trabajara el campo o le limpiara la casa y es que la Hipólita había decidido no “rebajarse” a nadie; decía que a los pobres “no se les puede dar rienda suelta, pues llegan a creerse algo y faltan al respeto”; sostenía que el que da primero da dos veces y por eso ella entraba siempre atacando, su relación era siempre agresiva; ella no medía las consecuencias de lo que decía porque partía del principio de que llevaba siempre la razón y los demás eran unos estúpidos;  en sus conversaciones hablaba y sacaba temas que no venían a cuento a tiempo y a destiempo, de tal forma que era ella la que dirigía el tema de la conversación según le convenía, de tal forma que  su conversación se hacía odiosa, pues siempre quería llevar el agua a su molino.

Cuando quiso acordar la Hipólita, le hicieron un cerco total, de forma que se quedó completamente sola, sin tener con quién hablar ni quién le ayudara y a su vejez murió sola y abandonada, sus familiares, que nadie conocía, asomaron para ver qué había quedado de herencia, pero como había sido tan cerrada, nunca jamás quiso hacer partícipe a nadie de nada y toda su fortuna se la llevaron entre la Hacienda pública y los abogados.

 

Y es que nos cuesta aceptar que la vida es una especie de boomerang que, a la larga, todos los golpes que hemos ido propiciando a los demás revierten contra nosotros.