Estamos viendo una realidad que
ocurre en todos nuestros pueblos y ciudades: en todos nos encontramos un lugar donde todas las tardes se reúnen los
hombres ya mayores y los que están parados y allí hablan de todo y dan sus
opiniones; en muchos lugares a este lugar le llaman “Parlamento”, en otros “lavadero”,
en otros “mercadillo” y en alguno he oído que le llaman “gallinero”, de todas
formas todos tienen una cosa en común, allí se habla sin orden ni concierto, se
critica y se sacan todos los chismes del pueblo, nadie escucha las razones del otro y nunca se
saca nada en claro, pues en todos hay una cosa en común: la voz cantante la
lleva siempre el que da más voces, no el que expone con sensatez los
argumentos. Esto suele ocurrir también en algunos bares.
En
estos tiempos es muy común escuchar los análisis políticos que hace la gente
sobre la realidad: concretamente el otro día en el bar, tres hombres hablaban
de la situación que estamos atravesando y cada uno miraba desde un ángulo y
defendía su teoría desde su punto de vista político:
-Uno
hablaba de España y decía que aquí no podemos tener miedo a nada, puesto que
teníamos “aceite para freír a todo el mundo” y con la agricultura que
tenemos en Almería nos reímos del mundo,
y con nuestras playas que son la envidia del mundo entero… “El miedo nos lo está metiendo la derecha que
teme que le quiten el poder”
-El
otro le discutía diciendo que Europa le teme a España “porque tiene universidades en todas las capitales y hay posibilidad de
que todos los jóvenes tengan una formación superior a ningún país de Europa y
es por eso por lo que Europa le hace la vida imposible…”
El
otro dogmatizaba diciendo que España
desde siempre ha sido el país que más hombres sabios había dado al mundo y
ponía como ejemplo a Cervantes, a Calderón de la Barca y al cantante Raphael, que
es el gran fenómeno admirado por Rusia, pero la izquierda no lo quiere porque
lo promocionó Franco…
Allí
se quedaron discutiendo y dando voces arreglando el país y yo, mientras me
tomaba el café los escuchaba, me daba risa y sentía pena, porque
desgraciadamente así es como arreglamos nuestra situación; parecido a la discusión de montaron aquellos tres ciegos que, animados por la propaganda de un circo que
llegó al pueblo, uno de ellos fue a observar
del atractivo del circo: un enorme elefante que se dejaba hacer lo que
el público quería.
Subió
el ciego al escenario porque quería saber qué era un elefante y lo pusieron
delante; el ciego extendió sus manos y le tocó la cabeza con sus enormes orejas
y sus dos colmillos que le salía cerca de una boca pequeñita. Quedó impresionado de lo que había
conocido y fue a contárselo a sus otros
dos amigos ciegos que les hizo sentir la curiosidad y al día siguiente
fueron al circo a palpar ellos el elefante. Cuando llegó el momento, los
subieron y a uno lo pusieron a un lado del elefante y al otro en la cola; El
que estaba al lado tocó al animal y sintió que la mano se hundía en una piel,
le dio unos golpes con el puño y sentía que los pelos se le envolvían entre los
dedos. El que estaba detrás se cogió a la cola del animal y comenzó a
balancearse con ella.
Los tres
volvieron al día siguiente y empezaron en el “parlamento” a contar a los amigos
lo que era un elefante: uno decía que era un árbol del que salían dos ramas y
del que colgaban mantas para que se secaran.
El que se
puso al lado y estuvo dándole golpes en la panza decía que un elefante era un
enorme tambor cuya piel tenía los pelos hacia afuera.
El tercero
decía que un elefante era una cuerda gruesa y muy fuerte que colgaba de un
andamio con una brocha de pintar en la punta que sirve para balancearse y la
brocha imaginaba que sería para embadurnarla de pintura y subirla con la cuerda
el pintor que estaba sobre el andamio.
Allí se
montó una fuerte bronca y casi llegan a pelearse, pues se insultaban llamándose
imbéciles, mientras el resto de gente se reía, hasta que alguien les dijo lo
que había pasado: cada uno había tocado una parte de la realidad, pero el
elefante entero era otra cosa, pero ni aun así se quedaron convencidos.