Es muy
posible que en estos días, a medida que se van aproximando las fiestas de
Navidad, nos vaya invadiendo un sentimiento de tristeza, de nostalgia, de
insatisfacción… con una sensación de que todo el montaje nos lleva a algo que
no nos satisface.
Ayer mismo,
dos personas amigas me decían: “La Navidad es el momento que peor me siento,
pues me falta toda la gente que quiero…”; la otra también me decía: “Si pudiera
dormirme y amanecer el 10 de Enero, me sentiría feliz…” y ¿Cuántos de nosotros
no hemos dicho alguna vez algo parecido?: “Me gustaría levantarme cuando todo
hubiera pasado”
La
realidad es que la celebración de estas fiestas nos deja a todos insatisfechos,
porque vemos que el hecho fundamental: el nacimiento, el crecimiento y el
cultivo del amor, de la verdad, de la amistad, de la fraternidad y de la paz, es lo que menos se celebra y, en
el fondo, es lo que todos añoramos y vemos que, a todos nos faltan aquellas
personas que nos dejaron huellas de todo eso que echamos en falta.
En
cambio ahora, estamos viendo que lo que se celebra es otra cosa: es el momento
en que mucha gente alardea del poder que tiene; otros andan buscando el
boato y la apariencia… pero al final,
todos, en el fondo, lo único que nos hace felices y que echamos de menos es la
sencillez, la cercanía, el perdón, la comprensión la escucha, la amistad… y es
que eso es NAVIDAD.
Hay
por ahí una historia muy bonita que cuenta
el momento del nacimiento de Jesús en el establo y, como hacía mucho frío, los
ángeles salieron a buscar quién podía acercarse a arropar al Niño: se acercaron
a los habitantes de Belén y dijeron que ellos tenían muchas cosas qué hacer y
no podían estar allí perdiendo el tiempo, que si sus padres no podían cuidar al
Niño que no lo hubieran traído al mundo; entonces los ángeles se acercaron a
los animales: se fueron ante el león y le invitaron a que se hiciera presente
en el establo y el león contestó: “Yo me pondré en la puerta, por si alguien llega
queriendo hacerle daño al niño; yo no permitiré con mi fuerza que nadie se acerque a Él.
Los
ángeles le contestaron: “verá usted, el
niño no necesita ningún guarda espaldas; los poderosos, los orgullosos, los que
dominan y se creen dueños de todo no le hacen ningún favor”.
Dejaron
el león y se acercaron al zorro; le hicieron la propuesta y éste contestó
inmediatamente: “No se preocupen, yo me meteré en todos los corrales de los
vecinos y abasteceré de gallinas para que le hagan todo el caldo que necesite
a su madre, para que pueda alimentarlo”
Los
ángeles le contestaron: “Verá, señor, no es eso lo que le estamos pidiendo,
sino que esté cercano al niño, que él
sienta el calor y la presencia de alguien que lo quiere…”
Se
fueron entonces al pavo y le hicieron la misma propuesta y éste, después de consultarlo
con otros, volvió con la repuesta: “De acuerdo, pero nos tienen que dejar que llevemos
nuestros mejores trajes de plumas para adornar el establo, y poner aquello
digno del que ha nacido…”
Los
ángeles contestaron: “Pero vean, no se
trata de poner un escaparate para que la gente llegue y se quede sorprendida de
toda la belleza que ustedes tienen, sino de crear calor y cercanía al Niño…”
Entonces
se acercaron al burro y al buey que estaban allí atados y les hicieron la misma
propuesta: el burro contestó: “Yo soy un pobre animal que no tengo nada que
llevar para regalar al niño, pues no me permiten más que trabajar y mi
cuerpo no tiene más que heridas de los golpes que me dan, si es que
puedo ayudar en algo, quizás pueda servir mi rabo para espantar las moscas que
molesten al Niño…
Y
el buey respondió inmediatamente: “Ya ven, nosotros somos dos esclavos que nos
machacan trabajando de sol a sol; yo paso mi vida arando y haciendo trabajos de
fuerza que mi amo me manda, no creo que le pueda servir al niño de mi cuerpo
más que el calor de mi aliento para que
pueda dormir tranquilo…”
Los
ángeles contestaron felices: ¡Por fin encontramos en la tierra lo que Dios está
necesitando! Bienvenidos! Vénganse con nosotros al establo, que el Niño Dios los está esperando…”
Es
posible que volviéramos a recuperar el sentido entrañable de la NAVIDAD el
momento en que nos dejáramos de utilizar la fiesta para cumplidos y nos
dedicáramos a cuidar la amistad, la fraternidad, el perdón, la verdad, la
justicia, la alegría entre nosotros… de forma que estas fechas fueran cada año,
la celebración de un proyecto de vida que venimos manteniendo y que
volvemos a encontrarnos cada año para celebrarlo y renovarlo en estos días.