miércoles, 11 de diciembre de 2013

CÓMO LLEGARON EL BUEY Y EL ASNO AL PORTAL

Es muy posible que en estos días, a medida que se van aproximando las fiestas de Navidad, nos vaya invadiendo un sentimiento de tristeza, de nostalgia, de insatisfacción… con una sensación de que todo el montaje nos lleva a algo que no nos satisface.
Ayer mismo, dos personas amigas me decían: “La Navidad es el momento que peor me siento, pues me falta toda la gente que quiero…”; la otra también me decía: “Si pudiera dormirme y amanecer el 10 de Enero, me sentiría feliz…” y ¿Cuántos de nosotros no hemos dicho alguna vez algo parecido?: “Me gustaría levantarme cuando todo hubiera pasado”
            La realidad es que la celebración de estas fiestas nos deja a todos insatisfechos, porque vemos que el hecho fundamental: el nacimiento, el crecimiento y el cultivo del amor, de la verdad, de la amistad, de la fraternidad  y de la paz, es lo que menos se celebra y, en el fondo, es lo que todos añoramos y vemos que, a todos nos faltan aquellas personas que nos dejaron huellas de todo eso que echamos en falta.
            En cambio ahora, estamos viendo que lo que se celebra es otra cosa: es el momento en que mucha gente alardea del poder que tiene; otros andan buscando el boato  y la apariencia… pero al final, todos, en el fondo, lo único que nos hace felices y que echamos de menos es la sencillez, la cercanía, el perdón, la comprensión la escucha, la amistad… y es que eso es NAVIDAD.
            Hay por ahí una historia  muy bonita que cuenta el momento del nacimiento de Jesús en el establo y, como hacía mucho frío, los ángeles salieron a buscar quién podía acercarse a arropar al Niño: se acercaron a los habitantes de Belén y dijeron que ellos tenían muchas cosas qué hacer y no podían estar allí perdiendo el tiempo, que si sus padres no podían cuidar al Niño que no lo hubieran traído al mundo; entonces los ángeles se acercaron a los animales: se fueron ante el león y le invitaron a que se hiciera presente en el establo y el león contestó: “Yo me pondré en la puerta, por si alguien llega queriendo hacerle daño al niño; yo no permitiré con mi fuerza que  nadie se acerque a Él.
            Los ángeles le contestaron:  “verá usted, el niño no necesita ningún guarda espaldas; los poderosos, los orgullosos, los que dominan y se creen dueños de todo no le hacen ningún favor”.
            Dejaron el león y se acercaron al zorro; le hicieron la propuesta y éste contestó inmediatamente: “No se preocupen, yo me meteré en todos los corrales de los vecinos y abasteceré de gallinas para que le hagan todo el caldo que necesite a su madre, para que pueda alimentarlo”
            Los ángeles le contestaron: “Verá, señor, no es eso lo que le estamos pidiendo, sino  que esté cercano al niño, que él sienta el calor y la presencia de alguien que lo quiere…”
            Se fueron entonces al pavo y le hicieron la misma propuesta y éste, después de consultarlo con otros, volvió con la repuesta: “De acuerdo, pero nos tienen que dejar que llevemos nuestros mejores trajes de plumas para adornar el establo, y poner aquello digno del  que ha nacido…”
            Los ángeles contestaron:  “Pero vean, no se trata de poner un escaparate para que la gente llegue y se quede sorprendida de toda la belleza que ustedes tienen, sino de crear calor y cercanía al Niño…”
            Entonces se acercaron al burro y al buey que estaban allí atados y les hicieron la misma propuesta: el burro contestó: “Yo soy un pobre animal que no tengo nada que llevar para regalar al niño, pues no me permiten más que trabajar y mi cuerpo  no tiene más que  heridas de los golpes que me dan, si es que puedo ayudar en algo, quizás pueda servir mi rabo para espantar las moscas que molesten al Niño…
            Y el buey respondió inmediatamente: “Ya ven, nosotros somos dos esclavos que nos machacan trabajando de sol a sol; yo paso mi vida arando y haciendo trabajos de fuerza que mi amo me manda, no creo que le pueda servir al niño de mi cuerpo más que el calor de  mi aliento para que pueda dormir tranquilo…”
            Los ángeles contestaron felices: ¡Por fin encontramos en la tierra lo que Dios está necesitando! Bienvenidos! Vénganse con nosotros al  establo, que el Niño Dios los está esperando…”
            Es posible que volviéramos a recuperar el sentido entrañable de la NAVIDAD el momento en que nos dejáramos de utilizar la fiesta para cumplidos y nos dedicáramos a cuidar la amistad, la fraternidad, el perdón, la verdad, la justicia, la alegría entre nosotros… de forma que estas fechas  fueran  cada año,  la celebración de un proyecto de vida que venimos manteniendo  y  que volvemos a encontrarnos cada año para celebrarlo  y renovarlo  en estos días.