lunes, 23 de enero de 2017

EL VERDADERO MAESTRO


        

            Cada vez que me encuentro con los padres de los niños de la catequesis, con los que nos hemos propuesto hacer un proyecto de acompañamiento a los niños,  en su educación en la fe y hemos comenzado por afianzar los valores humanos para poder fundamentar sobre ellos otros valores espirituales, morales…

            Cuando les pregunto cómo les va, siempre obtengo la misma respuesta:  “¡¡Bueeeno, ahí vamos!!”

            Todos coinciden en una cosa: es durísimo el poder mantenerse firmes en la verdad, pues siempre hay algo que les hace claudicar: el cansancio, la presión externa, el mismo corazón, que a veces se quiere imponer sobre la razón…

             Y es que el arte de educar no es cuestión de métodos, sino de equilibrio entre razón y corazón, entre mente y capacidad de expresar lo que se piensa y lo que se siente. 

            Hay por ahí una historia que se la atribuyen a Confucio que se cree que vivió entre el 551 y 479 a.C. y en una de sus obras llamada"Conversaciones familiares", existe un interesante diálogo en torno al aprendizaje:

 

            Cuenta que Confucio, se sentó a descansar y sus discípulos lo rodearon para preguntarle: 

-Maestro, ¿Cómo se las arregla para explicar tan claro y hacer tan sencillo todo lo que siente? Debería ir al emperador y hablarle a ver si él entiende ya de una vez 

-El emperador también hace bellos discursos –dijo Confucio- eso es cuestión de técnica, pero la virtud no consiste en una ténica de expresión.           

            -Pues entonces, envíele su libro de poemas… 

-Esos tres cientos poemas de mi libro se pueden resumir en una sola frase:”Piensa correctamente”, ahí está todo el secreto. 

            -¿Y qué es pensar correctamente? 

-Es utilizar correctamente la mente y el corazón, la disciplina y la emoción. Cuando se desea una cosa, la vida nos guia hacia ella, muchas veces por caminos insospechados. Otras veces nos dejamos confundir, porque esos caminos nos sorprenden y, entonces, creemos que vamos por dirección equivocada; por eso yo dije: déjate llevar por la fuerza de la emoción, pero no pierdas la disciplina de seguir adelante. 

            --)Y usted hace eso?           

-A los quince años, comencé a aprender. A los treinta, pasé a tener la certeza delo que deseaba. A los cuarenta, las dudas retornaron. A los cincuenta años,

descubrí que el Cielo tiene un proyecto para mí y para cada hombre sobre la fazde la Tierra. A los sesenta, comprendí este proyecto y encontré la tranquilidadpara seguirlo. Ahora, a los setenta años, puedo escuchar mi corazón sin que él mehaga salir del camino. 

-Entonces, )qué es lo que le hace diferente de los otros hombres que tambiénaceptan la voluntad del Cielo? 

-Yo procuro dividirla con vosotros. Y quien consigue discutir una verdad antigua

con una generación nueva, debe usar su capacidad de enseñar. Esta es mi únicacualidad: ser un buen profesor. 

            -)Qué es un buen profesor? 

-El que examina todo lo que enseña. Las ideas antiguas no pueden esclavizar alhombre porque ellas se adaptan y adquieren nuevas formas. Entonces, tomemosla riqueza filosófica del pasado sin olvidar los desafíos que el mundo presente nospropone. 

            -Entonces, )Qué es un buen alumno? 

-Aquel que escucha lo que yo le digo, pero adapta mis enseñanzas a su vida y

nunca las sigue al pié de la letra. Aquel que no busca un empleo, sino un trabajoque lo dignifica. Aquel que no busca ser notado, sino hacer algo notable,  

          Pero al hilo de lo que nos cuenta, alguien que es considerado un maestro en el arte de enseñar, nos encontramos a quien es la fuente de la enseñanza y de la virtud: JESÚS. Él no presenta al pueblo un método para dominar los instintos y establecer una disciplina corporal, sino que invita a ser felices con algo que esencial a todos: EL AMOR, algo que todos buscamos, algo con lo que todos nos expresamos y deseamos se nos acoja.

            Jesús tiene en común con Confucio la teoría, pero le aventaja en otra cosa mucho más valiosa: la práctica: su vida se convierte en la mejor explicación de todo lo que dice, de tal forma que cuando queda alguna duda, basta mirarlo y todo queda aclarado.

            Fue lo que le ocurrió con el pueblo: había muchas cosas que sonaban fuertes, otras que no entendían, pero cuando lo veían cómo las vivía, entendían todo y le encontraban pleno sentido.

            Y es que no basta con saber mucho, con tener todas las técnicas; hay que correr el riesgo de vivir y transmitir lo que se vive antes que lo que se sabe. El resto ya impota poco, pues cuando habla el interior, el resto queda iluminado. Esto lo decía Jesús de otra manera:

 

Nadie enciende una lámpara para esconderla o taparla con un cajón, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la claridad.

Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo recibe la luz, toda tu persona tendrá luz; pero si tu ojo está oscurecido, toda tu persona estará en oscuridad. Procura, pues, que la luz que hay dentro de ti no se vuelva oscuridad. Si toda tu persona se abre a la luz y no queda en ella ninguna parte oscura, llegará a ser radiante como bajo los destellos de la lámpara.”(Lc 11,33-36)