(autor desconocido)
Todo el mundo vivimos
con una especie de insatisfacción que nos impide gozar de la vida y de aquello
que tenemos y hacemos, pues nunca estamos contentos ni con lo que tenemos ni
con lo que hacemos y andamos soñando con situaciones idílicas que ni existen ni
hay posibilidad de que existan, porque la realidad no es más que una y es en
ella donde vivimos y sabemos que es muy difícil darle la vuelta para que
cambie. A veces necesitamos que algo o alguien nos dé un golpe para que nos
despertemos y pongamos los pies en la tierra. Algo parecido a lo que nos cuenta
esta pequeña historia que anda por ahí en las redes:
Un campesino, cansado de la rutina del campo y del trabajo duro que
supone estar pendiente de él todos los días, decidió vender su finca y
marcharse a cambiar de aires. Él no tenía idea de cómo darle publicidad a su
terreno para que hubiera alguien que se interesara, entonces se lo comentó a su
vecino que era un hombre que escribía mucho y era un buen poeta Como sabía que
su vecino era un buen poeta y escribía libros, le pidió que pusiera un anuncio
en las redes por si alguien se animaba a comprarle su campo.
El poeta, un poco entristecido viendo la actitud de su vecino, accedió
a poner un anuncio por Facebook en el que decía lo siguiente: “Vendo una huerta
que es un pedacito de cielo, llena de flores y de verdes prados, con árboles
hermosos llenos de los mejores frutos, cruzada por un río un río con aguas
puras y cristalinas como jamás usted habrá podido beber en su vida.
El poeta se marchó al extranjero y, a los dos años, cuando volvió,
esperaba encontrarse con otro vecino y, cuál fue su sorpresa al encontrarse con
el vecino de siempre que entusiasmado y feliz vivía trabajando en su finca.
Maravillado por el cambio le preguntó: Pero vecino, ¿Qué pasó? ¡Yo
esperaba que hubiera vendido su finca y que estuviera no se sabe dónde!
A lo que el vecino contestó: No, amigo mío, ¡gracias por lo que
escribió!; después que yo leí el reclamo que usted puso en el Facebook para
vender mi finca, me puse a pensar y vi que llevaba toda la razón y me dije:
¿dónde voy a encontrar yo algo tan hermoso y lindo como lo que tengo? Me di
cuenta que estaba viviendo en el lugar más maravilloso de la tierra y que no
podría encontrar otro igual.
Y la verdad es esta:
muchas veces necesitamos que alguien de fuera venga a decirnos la maravilla que
tenemos en nuestras manos y que estamos desperdiciando y dejándola que muera,
cosa por la que muchos darían su vida por conseguirla, mientras nosotros nos
morimos de aburrimiento, como pobres ciegos e ignorantes al no saber valorar lo
que tenemos, hasta el punto que llega a cumplirse el refrán que nos dice que no
sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.
Esta lección nos
puede valer para que la apliquemos a nuestra familia, a nuestro matrimonio, a
nuestro trabajo, a nuestros amigos… vamos dejando que muera por dejadez y
aburrimiento algo que es de un valor incalculable y de una belleza única que a
veces se nos ha dado y no valoramos mientras que si tuviéramos que construirlo
veríamos que es imposible hacerlo.
Pensándolo despacio,
creo que todos tenemos muchas cosas que deberíamos valorar más y darle gracias
a Dios como puede ser la salud, la vida, la esperanza para seguir luchando… No
debemos venirnos abajo porque no tengamos la perfección, a eso no vamos a
llegar nunca, pues no nacimos para ser perfectos, sino para ser felices y para
ello tenemos todos lo mejor que necesitamos para serlo.
Debemos levantarnos
cada día dispuestos a ser mejores, dispuestos a hacer que alguien se siente
feliz porque se ha cruzado con nosotros. Es de un valor enorme sentirse bien y
disfrutando con lo que hacemos, procurando que salga lo mejor que puedas y, si
algo te sale mal, utiliza el fallo como experiencia para perfeccionarte; de la
misma manera, la vida ha de tener problemas y estos nos tienen que servir para
fortalecer nuestra voluntad y hacernos más humanos, pues cuando los sufrimos
eso nos ayuda a comprender a la gente, máxime cuando fracasamos, pues eso nos
hace bajar los humos y nos hace más humildes y nos capacita para entender a los
demás.