martes, 2 de octubre de 2018

EL ABURRIMIENTO MATA


    (autor desconocido)

 

Todo el mundo vivimos con una especie de insatisfacción que nos impide gozar de la vida y de aquello que tenemos y hacemos, pues nunca estamos contentos ni con lo que tenemos ni con lo que hacemos y andamos soñando con situaciones idílicas que ni existen ni hay posibilidad de que existan, porque la realidad no es más que una y es en ella donde vivimos y sabemos que es muy difícil darle la vuelta para que cambie. A veces necesitamos que algo o alguien nos dé un golpe para que nos despertemos y pongamos los pies en la tierra. Algo parecido a lo que nos cuenta esta pequeña historia que anda por ahí en las redes:

 

Un campesino, cansado de la rutina del campo y del trabajo duro que supone estar pendiente de él todos los días, decidió vender su finca y marcharse a cambiar de aires. Él no tenía idea de cómo darle publicidad a su terreno para que hubiera alguien que se interesara, entonces se lo comentó a su vecino que era un hombre que escribía mucho y era un buen poeta Como sabía que su vecino era un buen poeta y escribía libros, le pidió que pusiera un anuncio en las redes por si alguien se animaba a comprarle su campo.

El poeta, un poco entristecido viendo la actitud de su vecino, accedió a poner un anuncio por Facebook en el que decía lo siguiente: “Vendo una huerta que es un pedacito de cielo, llena de flores y de verdes prados, con árboles hermosos llenos de los mejores frutos, cruzada por un río un río con aguas puras y cristalinas como jamás usted habrá podido beber en su vida.

El poeta se marchó al extranjero y, a los dos años, cuando volvió, esperaba encontrarse con otro vecino y, cuál fue su sorpresa al encontrarse con el vecino de siempre que entusiasmado y feliz vivía trabajando en su finca.

Maravillado por el cambio le preguntó: Pero vecino, ¿Qué pasó? ¡Yo esperaba que hubiera vendido su finca y que estuviera no se sabe dónde!

A lo que el vecino contestó: No, amigo mío, ¡gracias por lo que escribió!; después que yo leí el reclamo que usted puso en el Facebook para vender mi finca, me puse a pensar y vi que llevaba toda la razón y me dije: ¿dónde voy a encontrar yo algo tan hermoso y lindo como lo que tengo? Me di cuenta que estaba viviendo en el lugar más maravilloso de la tierra y que no podría encontrar otro igual.

 

Y la verdad es esta: muchas veces necesitamos que alguien de fuera venga a decirnos la maravilla que tenemos en nuestras manos y que estamos desperdiciando y dejándola que muera, cosa por la que muchos darían su vida por conseguirla, mientras nosotros nos morimos de aburrimiento, como pobres ciegos e ignorantes al no saber valorar lo que tenemos, hasta el punto que llega a cumplirse el refrán que nos dice que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Esta lección nos puede valer para que la apliquemos a nuestra familia, a nuestro matrimonio, a nuestro trabajo, a nuestros amigos… vamos dejando que muera por dejadez y aburrimiento algo que es de un valor incalculable y de una belleza única que a veces se nos ha dado y no valoramos mientras que si tuviéramos que construirlo veríamos que es imposible hacerlo.

Pensándolo despacio, creo que todos tenemos muchas cosas que deberíamos valorar más y darle gracias a Dios como puede ser la salud, la vida, la esperanza para seguir luchando… No debemos venirnos abajo porque no tengamos la perfección, a eso no vamos a llegar nunca, pues no nacimos para ser perfectos, sino para ser felices y para ello tenemos todos lo mejor que necesitamos para serlo.
Debemos levantarnos cada día dispuestos a ser mejores, dispuestos a hacer que alguien se siente feliz porque se ha cruzado con nosotros. Es de un valor enorme sentirse bien y disfrutando con lo que hacemos, procurando que salga lo mejor que puedas y, si algo te sale mal, utiliza el fallo como experiencia para perfeccionarte; de la misma manera, la vida ha de tener problemas y estos nos tienen que servir para fortalecer nuestra voluntad y hacernos más humanos, pues cuando los sufrimos eso nos ayuda a comprender a la gente, máxime cuando fracasamos, pues eso nos hace bajar los humos y nos hace más humildes y nos capacita para entender a los demás.