miércoles, 29 de mayo de 2013

“EL SOL QUE NOS DESLUMBRA” (M. Bruque)


 
Estos días estamos viendo a los políticos enzarzados en discusiones que no tienen fin, porque cada uno se cree poseedor de la verdad absoluta y no está dispuesto a concederle el más míno atisbo de razón al otro; se trata de sacar adelante sus propios intereses e importa muy poco el bien del pueblo para el que han sido puestos.
Realmente es un espectáculo lamentable que tiene cansado ya al pueblo, pues  estamos viendo que es una verdadera tomadura de pelo y se burlan cínicamente de todos ciudadanos. 

Esto se parece a aquella discusión entre sabios que buscaban el estado de perfección absoluta y cada uno intentaba imponerse sobre los demás alegando sus razones:

            Uno gritaba desde la tribuna, para imponerse sobre los otros, que también gritaban, porque allí nadie se escuchaba y decía:

            -“La perfección se consigue el momento en que limpiamos el corazón de todos los deseos que responden a los bajos instintos del hombre, pues esto ciega al ser humano y pierde el control de su vida”

            Otro gritaba por allá al fondo:

            -“Es imposible llegar a ningún sitio, si es que estamos amarrados a unos intereses de un partido, de una empresa o de cualquier potencia económica, pues el dinero llena el corazón de avaricia y amarra nuestras vidas…”

            Otro gritaba desde una esquina insultando a los demás que no lo escuchaban:

            -“No se puede vivir con gente que no es capaz de escuchar ni dialogar tranquilamente y ver la verdad que puede haber en cada uno, respetando los diferentes puntos de vista…”

            Otro grupo de un sector de la sala daban voces desautorizando todo lo que allí pasaba y hablaban entre ellos:

            -“Aquí no queda más solución que alguien establezca unas normas, se impongan unos principios y se ajuste todo el mundo a ellos; el que no quiera hacerlo, que se atenga a las consecuencias, porque lo que no se puede permitir es que cada uno quiera salirse con las suyas y no nos entendamos nadie…”

            La verdad es que todos llevaban un poco de razón.

            En un momento, en el que llegó a convefrtirse la sala en un ruido ensordecedor, porque nadie se  escuchaba y todos gritaban sin atender lo que los otros decían… de repente se callaron todos y se hizo un silencio sepulcral que nadie se atrevió a romper durante varios minutos.

            En ese silencio, se levantó un anciano encorbado y dirigiéndose a la asamb lea dijo:

-“Señores ilustrados: he estado escuchando a cada uno de los que andaban por ahí gritando y veo que todos tienen una parte de la verdad, pero me doy cuenta que, todos creen que tienen la verdad absoluta y están como el que se ha quedado mirando fijamente al sol y, cuando aparta la mirada, se queda imposibilitado para ver otra cosa que no sea la luz de “su” sol que lo ha dejado ciego.

            El ser humano tiene luz, pero también tiene sombras, y es en ese contraste donde descubre la belleza de la vida; si se encuentra cegado por su luz, no puede ver la belleza que hay en los otros, o si se encuierra en su oscuridad, tampoco puede ver la luz que hay en los otros. Por eso, el ser humano, para encontrarle sentido a la vida y poder valorarlo todo en su justo medio, necesita de luces y de sombras, pues con las luces puede ayudar a construir el mundo y con las sombras se hace más humano, comprensivo y tolerante.

            La búsqueda de la verdad consiste en aceptarnos a nosotros mismos, en aceptar que podemos equivocarnos, porque no somos poseedores de toda la verdad y, sobre todo, en eliminar todos los intereses que se nos presentan, con el sol al que miramos y nos deja ciegos. Esto supone hacer constantemente un acto de conversión”

            La asamblea se levantó aplaudiendo y cada uno se fue a su casa poniendo en tela de juicio, todo lo que se creía saber.  

**+**

            Cuando vemos el espectáculo diario que nos están sirviendo nuestros dirigentes, no hago otra que pensar, ¿y no habrá nadie en este pueblo que sea capaz de pararlos y decirles que dejen de mirar cada uno a su “sol”, que los tiene ciegos, y se dediquen a mirar al pueblo que cada vez se hunde más en la sombra?

            Pero como esto parece que se ha puesto de moda, pues si lo hacen los de arriba, ya podemos imaginar lo que hacen los de abajo; también me pregunto: ¿Qué necesitaremos todos para detenernos un mopmento y darnos cuenta que, mientras no hagamos todos lo mismo, esto no nos lleva a ningún sitio? Lo único que haremos es ahondar más las distancias, afianzar más las divisiones.