miércoles, 29 de mayo de 2013

EL TIMO DEL PELOTAZO


            En estos días que vivimos no se oye otra cosa que la crisis de la economía y todo el mundo anda preocupado porque no sabe qué hacer ni a dónde irá a para esto; además, todos nos preguntamos dónde está todo el dinero que ha desaparecido y nadie responde de él y nos acordamos del refrán aquel que dice que nadie da billetes de cinco euros a cuatro y el que cae en la trampa, asl final se arrepiente.

            La verdad es que se nos abren desorbitadamente los ojos cuando vemos el dinero fácil y no nos damos cuenta que no dan a cuatro euros los billetes de cinco.

            Quizás pueda ayudarnos a ver escenificado el problemas con esta historia tan simple que anda por ahí pasando de mano en mano. 

            Nos cuenta que una vez llegó a un pueblo un tipo muy bien vestido y de aspecto respetable que se instaló en el único hotelito que había.

Llevaba unos días observando cómo se desenvolvía la vida del pueblo y notó que había una gran preocupación por la invasión y proliferación de ardillas que dañaban todas las cosechas y no había forma de frenar la plaga.

El forastero alquiló un corralón que había a las afueras del pueblo y después de limpiarlo lo cubrió con una enorme red metálica formando una jaula impresionante.

Un día, de los muchos que venía haciendo su gesto rutinario,se dirigió al Kiosco donde se vendía la prensa y se compró el periódico, después se fue a desayunar al bar más céntrico del pueblo, donde iba todas las mañanas y donde ya había hecho amistad con algunos clientes; allí se sentó, como siempre, hojeando tranquilamente el periódico, se levanta y le dice al dueño del bar: oiga, a mi me interesaría comprar ardillas, pero que estén vivas.

-¡Bueno va! Eso puede usted adquirir millones de ardillas a un euro.

-Pues dígalo a todos los vecinos, que yo les compro a un euro todas las que me traigan.

Desde allí, se fue al puesto de los periódicos para que le pusieran un anuncio en el periódico: “Se paga un euro por cada ardilla viva que me traigan”

La noticia se propagó rapidamente y en menos de un mes tenía la jaula llena de ardillas.

Al mes siguiente, ya no traían más ardillas y el comerciante subió el precio: Otro anuncio decía: “Pago cinco euros por cada ardilla viva que me entreguen”

En pocos días habían exterminado todas las ardillas y ya nadie venía a vender más; viendo que ya no traían, puso otro anuncio triplicando el precio: “Pago quince euros por cada ardilla viva que me entreguen”

Pero ya nadie traía ardillas

A este momento del negocio, el comprador de ardillas dijo que tenía una sucursal de  ardillas en el extranjero, que iba a revisar cómo iban las cosas, pero que volvería pronto, que siguieran cogiendo ardillas, que él las compraría todas.

Dejó encargado de la gran jaula a un amigo que había venido de fuera quien, de vez en cuando daba información de cómo iban los negocios.

De repente, un día el encargado dice que las ardillas de la zona han subido de cotización y que han empezado a pagarlas a 50 €. Pero las expectativas que hay son fabulosas y que pueden llegar a pagarse el doble.

En una reunión con el pueblo, el encargado les presentó la posibilidad de hacer un negocio redondo: como ellos habían vendido ardillas a 5 euros, para que nadie saliera perdiendo, él iba a dar ardillas a 20 € con la seguridad de que llegarían a pagarse a más de 50€ en cuanto llegase el dueño de la jaula.

La gente se apresuró a invertir todos los ahorros que tenía comprando ardillas a 20 € y haciendo jaulas para guardarlas hasta que llegasen las cotizaciones más altas. Y el pueblo se llenó de nuevo de ardillas y en cuanto la jaula estuvo vacía, una noche desapareció el encargado y nadie supo más de él y el pueblo se quedó lleno de ardillas, sin saber qué hacer con ellas, esperando que aquel negocio que resultó en tan poco tiempo tan rentable, se concluyera, pero que no fue más que una nube de verano que los dejó a todos esperando la tan ansiada agua que jamás llegó y los dejó a todos en cueros esperando mojarse.

Un día apareció la noticia en TV que  narraba cómo un individuo había hecho un timo a un pueblo, comprando  todos los burros de la comarca, resultando ser el mismo caballero de buena figura, con el mismo socio. Por lo visto los habían metido en la  cárcel, pero llevaban ya muchos millones de euros timados. Como eran gente de prestigio y nunca habían estado en la cárcel, se hablaba de que estarían unos meses y después saldrían en libertad y sin cargos, pero con todos los ahorros de todos los vecinos del pueblo en su bolsillo.

La historia es triste, pero tan real como la misma vida y la pena es que el pueblo sencillo, que se fía de las bonitas palabras de los demagogos, siempre le toca pagar todos los platos rotos y, encima, siempre se consuela diciendo:”Todavía tenemos que dar gracias a Dios que nos deja con salud y con fuerzas para seguir trabajando y recuperarnos”

Es por esto por lo que se suele impedir y desprestigiar cualquier trabajo que se hace de concientización y de desarrollo de la capacidad crítica de la gente, pues se entiende que enseñar a pensar es el peor obstáculo para establecer la pillería.