miércoles, 29 de mayo de 2013

LA CIUDAD DE LOS POZOS (Jorge Bucay)

Sentado en mi mesa de trabajo, justo al lado de la ventana que da a la calle; a un metro y medio exite un banco donde con frecuencia se sienta la gente y entablan conversaciones de toda índole, color,y gustos. El otro día era un grupo de jóvenes los que presumían de todos los artefactos que  tienen en su casa; uno decía que ya había tenido su padre que optar por amontonarlos en la terraza, porque no tenían sitio en la casa y los tenía tapados con un toldo. Mientras hablaban contando todo lo que tenían, los 8 que conversaban estaban todos con el movil escribiendo mensajes con los que se reían  y, desde fuera, daba la sensación de estar asistiendo a un espectáculo subrrealista.

            Frente a este espectáculo yo recordaba aquella historia que cuenta Jorge Bucay en su libro “El Camino de la Espiritualidad” en donde dice que había un país un poco especial: en él no vivían seres humanos sino “Pozos vivientes”.

Cada uno era distinto, tenía sus características propias: unos eran cuadrados, otros redondos, unos muy anchos, otros estrechos; unos hacían diferentes ensanches o adelgazamientos en su longitud… pero a la vista de todos, se conocían y se distinguían externamente por el brocal que lucían: unos lo tenían de piedra labrada, otros de ladrillo, otros de cemento, otros de tierra, otros de piedras preciosas y hasta de oro, otros de madera… etc. Otros eran simples agujeros pelados  que se abrían en la tierra.

La comunicación entre aquellos “habitantes” tan  extraños era de brocal a brocal y cada uno guardaba sus formas y sus distancias y se  relacionaba de acuerdo a su apariencia.

De repente, empezó a cundir la idea de que la grandeza de las cosas no estaba en la apariencia externa ni en los trastos inútiles de  los que estaba lleno, sino en la riqueza que había en su interior, en lo más profundo y, por tanto, debería cuidarse más el interior que la apariencia externa; entonces comenzaron a llenarse de cosas y muchos que habían entendido mál las cosas, empezaron a llenarse de trastos inútiles, de joyas valiosísimas, de monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos, algunos optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas y pianos de cola y sofisticadas pinturas postmodernas. Finalmente, los intelectuales, se llenaron de libros, y revistas especializadas… y cada uno presumia de todos los cachivaches que tenía dentro , aunque no servían para nada, pero todo el afán era apoderarse y llenarse de cosas, hasta  el punto que ya no tenían espacio dónde ponerlas y, mientras los más delgados se conformaban con lo que tenían, los anchos y espaciosos agrandaban más su volumen para guardar más cosas.

Entre todo aquel afán por acumular cosas, alguien se le ocurrió pensar que ¿Para qué quería todo aquello, pues solo le daba quebraderos de cabeza y comenzó a introducirse más en su interior, sin preocuparse de acaparar más cosas y, cual fue su sorpresa, cuando vió que en lo más profundo, empezó a aparecer agua; era algo que jamás había visto ni soñado.

El hallazgo fue tan lindo que dejó de procuparse por las cosas y empezó a sacarlas fuera a disfrutar y a jugar con el agua que había encontrado y que  iba humedeciendo todo el pozo y cambiando su fisonomía, hasta el punto que, el agua empezó a salir por el brocal y a regar los alrededores y empezaron a florecer las semillas que había esparcidas y a cubrirse de un manto verde, que cambió todo el exterior del pozo, a quien todos comenzaron a llamar con el apodo de  “El Vergel” y nacieron árboles  a su alrededor que se hicieron grandes y fuertes y se llenaron de pájaros y todos se preguntaban cómo había ocurrido aquel milagro

AEl Vergel@ respondía:  No es ningún milagro, se trata de la vida que tenemos en nuestro interior, simplemente hay que buscarla.

Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero, desechaban la idea  cuando se daban cuenta que para ahondar en su  interior  tenían que vaciarse de todo lo que almacenaban dentro. Como estaban tan amarrados a las cosas que habían almacenado, no eran capaces de prescindir de ellas y prefirieron seguir acumulando cosas, antes que deshacerse de ellas.

En la otra punta de la ciudad, otro pozo, se animó y decidió correr el riesgo del vacío...Y empezó a profundizar...

Y también llegó al agua...

Y ocurrió lo mismo que en el primero y se creó un segundo oasis verde en el pueblo...

            Los pozos vecinos le preguntaban: Y cuando se te acabe el agua  y no tengas nada ¿qué harás? ¿No pensarás venir luego a pedirnos que te prestemos las cosas que has desechado?

- No sé lo que haré- contestaba-. Lo único que estoy dándome cuenta ahora es que , cuanta más agua saco, más agua hay y más feliz me siento.

Pasado un poco de tiempo, ambos pozos se dieron cuenta que el agua que ambos tenían era la misma, ambos estaban bebiendo de un río subterraneo que pasaba a una gran profundidad, con lo que ambos empezaban a tener una comunicación distinta, mucho más rica y profunda y no solo podían comunicarse de brocal a brocal, superficialmente, sino que tenían un nuevo punto de contacto mucho más rico.

AEs la forma de comunicación profunda que solo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de despojarse de cosas y contenidos vacíos y buscar en lo profundo de su ser toda la riqueza que tienen para dar...@ Es el deseo y el gran objetivo de toda pareja que se encuentra, se confiesa amor y se anima a formular un proyecto de futuro: desprenderse de lo inútil y vació y llegar al encuentro en la profundidad del ser. Esa es la clave del éxito y el gran milagro de la vida.