sábado, 29 de junio de 2013

DEPENDE DE LA ENVOLTURA (M. Bruque)


 
Es impresionante ver la cantidad de problemas que  se montan por una mala interpretación de algo que se escuchó o que se dijo, de una forma un poco inadecuada, hasta el punto que a veces resulta imposible ponerse de acuerdo cuando en el fondo se está diciendo lo mismo y se pretende lo mismo.
Cuando este manejo del lenguaje y de las formas no se utiliza correctamente en las relaciones humanas, puede ser la causa de innumerables problemas, mientras que por otro lado, el lenguaje es el instrumento más eficaz que tenemos para entendernos las personas, ponernos de acuerdo y compartir la vida y hasta ser felices.
Pensando un poco en la situación que vivimos, en la que todos estamos de acuerdo que no se puede continuar así, que no nos queda más remedio que cambiar, que  tenemos que tomar otras actitudes y emprender otro camino… Todos dicen querer lo mismo, todos buscan lo mismo, pero no todos entienden y plantean las cosas de igual forma.
Para escenificar el problema vamos a contar una historia sencillita que circula por ahí, como hacemos cada día, y que nos refleja perfectamente la idea que queremos exponer:
 

            Se cuenta que un rey tuvo un sueño muy desagradable en el que veía cómo tosía y se le caían los dientes, expulsándolos en cada golpe de tos.

            El rey había oído decir que cada sueño tenía su explicación y que muchos de ellos eran premoniciones; preocupado, llamó al jefe del gabinete de sicología del palacio real para hablar con él.

            El experto en sicología, escuchó atentamente al rey y después de escuchar el relato de su sueño, fue tomando notas y, por la tarde, le dio el resultado: “la caída de los dientes es un signo de muerte en el entorno familiar; es muy probable que ocurra alguna desgracia entre sus familiares más allegados”

            El rey, al leer el informe, se sintió molesto, pensó en sus hijos y en sus hermanos y se dijo a sí mismo: “Este tipo es un vividor y  un estafador que se gana la vida asustando a la gente, no va a durar aquí ni un día más”. Y lo expulsó del servicio sin darle opción a más explicaciones.

            Pero el rey seguía preocupado por el sueño y llamó a otro de los sicólogos del equipo; siguió el mismo protocolo que con el anterior y después de contar su sueño, el experto le contestó: “Con mucho gusto le haré un informe del significado de esas imágenes que ha tenido en el sueño”.

            Al día siguiente llegó el experto en interpretación de sueños con el siguiente informe: “El sueño que ha tenido es un augurio de felicidad para su majestad, pues ante la desgracia que se anuncia en su familia usted saldrá ileso de todo problema”

            El rey leyó el informe y se quedó tranquilo y satisfecho ordenando inmediatamente una subida de sueldo para el funcionario y la ubicación en la jefatura del departamento.

            A la semana siguiente, cuando se supo lo ocurrido, un compañero del equipo de sicología, que conocía el veredicto de los dos, se quedó maravillado al ver la respuesta del rey: ambos habían dicho la misma cosa, pero de diferente forma y a uno lo castigó mientras que al otro lo premió; no pudiendo contener la admiración le preguntó al compañero: ¿Qué explicación le das al hecho?

Ninguna –contestó- todo depende de la forma de decir las cosas. La verdad es siempre la misma, pero si la lanzas con odio a la cara de alguien lo lastimas y te responde con violencia, en cambio, si la envuelves en ternura y comprensión, se convierte en un regalo agradable.
 

            ¡Qué verdad más grande! Y ¡qué necesidad más urgente tenemos todos de aprender a dialogar y a escuchar con atención y, sobre todo, a ponernos en la situación del otro/a para entender lo que nos dice y por qué lo dice.

            Si nos damos cuenta, el porcentaje mayor de problemas que tenemos en la vida es justamente por no escuchar, por interpretar desde  nuestros prejuicios y no desde la realidad del otro/a y, así montamos argumentos dignos para una guerra, de aquello que no pasó de ser una símple anécdota que malinterpretamos, o que no tuvimos la suficiente paciencia para terminar de escuchar lo que nos decían.