Es
impresionante ver la cantidad de problemas que
se montan por una mala interpretación de algo que se escuchó o que se
dijo, de una forma un poco inadecuada, hasta el punto que a veces resulta
imposible ponerse de acuerdo cuando en el fondo se está diciendo lo mismo y se
pretende lo mismo.
Cuando este
manejo del lenguaje y de las formas no se utiliza correctamente en las
relaciones humanas, puede ser la causa de innumerables problemas, mientras que
por otro lado, el lenguaje es el instrumento más eficaz que tenemos para
entendernos las personas, ponernos de acuerdo y compartir la vida y hasta ser
felices.
Pensando un
poco en la situación que vivimos, en la que todos estamos de acuerdo que no se
puede continuar así, que no nos queda más remedio que cambiar, que tenemos que tomar otras actitudes y emprender
otro camino… Todos dicen querer lo mismo, todos buscan lo mismo, pero no todos
entienden y plantean las cosas de igual forma.
Para
escenificar el problema vamos a contar una historia sencillita que circula por
ahí, como hacemos cada día, y que nos refleja perfectamente la idea que
queremos exponer:
Se cuenta que un rey tuvo un sueño
muy desagradable en el que veía cómo tosía y se le caían los dientes,
expulsándolos en cada golpe de tos.
El rey
había oído decir que cada sueño tenía su explicación y que muchos de ellos eran
premoniciones; preocupado, llamó al jefe del gabinete de sicología del palacio
real para hablar con él.
El
experto en sicología, escuchó atentamente al rey y después de escuchar el
relato de su sueño, fue tomando notas y, por la tarde, le dio el resultado: “la
caída de los dientes es un signo de muerte en el entorno familiar; es muy
probable que ocurra alguna desgracia entre sus familiares más allegados”
El rey,
al leer el informe, se sintió molesto, pensó en sus hijos y en sus hermanos y
se dijo a sí mismo: “Este tipo es un vividor y
un estafador que se gana la vida asustando a la gente, no va a durar
aquí ni un día más”. Y lo expulsó del servicio sin darle opción a más
explicaciones.
Pero el
rey seguía preocupado por el sueño y llamó a otro de los sicólogos del equipo;
siguió el mismo protocolo que con el anterior y después de contar su sueño, el
experto le contestó: “Con mucho gusto le haré un informe del significado de
esas imágenes que ha tenido en el sueño”.
Al día
siguiente llegó el experto en interpretación de sueños con el siguiente
informe: “El sueño que ha tenido es un augurio de felicidad para su majestad,
pues ante la desgracia que se anuncia en su familia usted saldrá ileso de todo
problema”
El rey
leyó el informe y se quedó tranquilo y satisfecho ordenando inmediatamente una
subida de sueldo para el funcionario y la ubicación en la jefatura del
departamento.
A la
semana siguiente, cuando se supo lo ocurrido, un compañero del equipo de
sicología, que conocía el veredicto de los dos, se quedó maravillado al ver la
respuesta del rey: ambos habían dicho la misma cosa, pero de diferente forma y a
uno lo castigó mientras que al otro lo premió; no pudiendo contener la
admiración le preguntó al compañero: ¿Qué explicación le das al hecho?
Ninguna –contestó- todo depende de
la forma de decir las cosas. La verdad es siempre la misma, pero si la lanzas
con odio a la cara de alguien lo lastimas y te responde con violencia, en
cambio, si la envuelves en ternura y comprensión, se convierte en un regalo
agradable.
¡Qué
verdad más grande! Y ¡qué necesidad más urgente tenemos todos de aprender a
dialogar y a escuchar con atención y, sobre todo, a ponernos en la situación
del otro/a para entender lo que nos dice y por qué lo dice.
Si
nos damos cuenta, el porcentaje mayor de problemas que tenemos en la vida es
justamente por no escuchar, por interpretar desde nuestros prejuicios y no desde la realidad
del otro/a y, así montamos argumentos dignos para una guerra, de aquello que no
pasó de ser una símple anécdota que malinterpretamos, o que no tuvimos la
suficiente paciencia para terminar de escuchar lo que nos decían.