Con frecuencia nos encontramos con personas que lo pasan
mal, que los vemos que no pueden levantar cabeza y que cada vez les van las
cosas peor y parece que todo se confabula para ponerse en su contra.
Estoy pensando en un joven que tiene montada la bronca contra su padre y,
por parte del padre está montada también la oposición contra su hijo: ambos se
quieren mucho y, los dos quieren lo mejor para ambos: el joven es un chaval muy
interesante, con grandes cualidades y con unos deseos de aprovechar la vida al
máximo y ser un hombre de provecho, únicamente le ocurre que. algunas cosas no
las tiene muy claras y anda con un grupo de amigos, que son la desgracia del barrio:
en todos los asuntos oscuros aparecen como protagonistas; están fichados por la policía y a cada momento los
tienen retenidos en la comisaría; él no
quiere ver la actitud de estos amigos,
los defiende y todo se lo justifica y lo
apoya, incluso muchas cosas las
comparte: no está dispuesto a dejarlos,
a cortar con ellos, ni a echar una mano
en su casa; tiene unos modales inaceptables con sus padres y con la gente; no
quiere estudiar ni trabajar… pero todo lo justifica diciendo que él no quiere
entrar en el tema de la droga y que no lo va a hacer por nada, por lo tanto, sus
padres deben estar agradecidos.
Lógicamente, el padre que
conoce todas sus cualidades, quiere sacarlo de ahí y que tome otro camino. No
desaprovecha el más mínimo detalle para aconsejarle y echarle en cara estas
amistades y la influencia que están teniendo en él; le aconseja que debe
dejarlos, sacarlos de su vida y orientarse por otro camino; Le advierte que mientras
él siga así, que no cuente con él para nada. Ambos se fastidian el uno al otro y se
echan en cara sus actitudes, cuando en
el fondo ambos buscan y quieren lo mismo.
Resulta imposible ponerlos
de acuerdo o sentarlos a hablar tranquilamente, ambos tienen toda una historia de prejuicios para acusarse y echarse en cara.
Les ocurre como aquel que llama a un vecino para que le ayude a sacar un sofá de una habitación para meterlo en la otra. Cada uno se coloca
en un extremo y ambos empiezan a darle
vueltas de un lado y de otro pero el sofá no atravesaba la puerta por ningún sitio.
El dueño del sofá estaba completamente extrañado pues, los que se lo
trajeron, lo entraron en la habitación sin dificultad alguna y, aquella puerta
no se le había tocado.
Después de varias horas dándole
vueltas, intentando que atravesara el
sofá por la puerta, se sentaron exhaustos, decididos a desistir del intento. El dueño del sofá le
dice: “Amigo, dejemos esto, porque vamos a terminar hechos polvo y no vamos a
poder sacar esto de aquí.
Al escuchar lo que decía, el vecino
se quedó perplejo y le contesta: “Pero… ¿es que se trataba de “sacarlo”?
Efectivamente, esta es la
historia de muchas situaciones en la vida: en el hogar, en el trabajo, en la
religión, en la política, en, en cualquier situación en donde las personas
tienen que ponerse de acuerdo; con mucha frecuencia es fácil encontrarse a
gente preocupada de lo mismo pero incapaces de ponerse a hablar y quedar de
acuerdo para empujar en la misma dirección y resulta que: mientras unos
quieren meter el sofá, otros quieren
sacarlo, al final, se hace imposible el
proyecto por más fácil que sea; esto lo estamos viendo en infinidad de
situaciones en donde la cosa es tan sencilla como sentarse a hablar, escucharse
y ponerse todos de acuerdo para empujar todos en la misma dirección.