miércoles, 12 de junio de 2013

“PONGÁMONOS DE ACUERDO”


Con frecuencia nos encontramos con personas que lo pasan mal, que los vemos que no pueden levantar cabeza y que cada vez les van las cosas peor  y parece que todo se  confabula para ponerse en su contra.

Estoy pensando en un joven que  tiene montada la bronca contra su padre y, por parte del padre está montada también la oposición contra su hijo: ambos se quieren mucho y, los dos quieren lo mejor para ambos: el joven es un chaval muy interesante, con grandes cualidades y con unos deseos de aprovechar la vida al máximo y ser un hombre de provecho, únicamente le ocurre que. algunas cosas no las tiene muy claras y anda con un grupo de amigos, que son la desgracia del barrio: en todos los asuntos oscuros aparecen como protagonistas; están fichados  por la policía y a cada momento los tienen  retenidos en la comisaría; él no quiere ver  la actitud de estos amigos, los defiende y todo se  lo justifica y lo apoya, incluso  muchas cosas las comparte: no está dispuesto  a dejarlos, a  cortar con ellos, ni a echar una mano en su casa; tiene unos modales inaceptables con sus padres y con la gente; no quiere estudiar ni trabajar… pero todo lo justifica diciendo que él no quiere entrar en el tema de la droga y que no lo va a hacer por nada, por lo tanto, sus padres  deben estar agradecidos.

            Lógicamente, el padre que conoce todas sus cualidades, quiere sacarlo de ahí y que tome otro camino. No desaprovecha el más mínimo detalle para aconsejarle y echarle en cara estas amistades y la influencia que están teniendo en él; le aconseja que debe dejarlos, sacarlos de su vida y orientarse por otro camino; Le advierte que mientras él siga así, que no cuente con él para nada.  Ambos se fastidian el uno al otro y se echan  en cara sus actitudes, cuando en el fondo ambos buscan y quieren lo mismo.

            Resulta imposible ponerlos de acuerdo o sentarlos a hablar tranquilamente, ambos tienen toda  una historia de prejuicios  para acusarse y echarse en cara.

 

            Les ocurre como aquel que llama a un vecino para que le ayude a sacar un sofá de una habitación para meterlo en la otra. Cada uno se coloca en un extremo  y ambos empiezan a darle vueltas de un lado y de otro pero el sofá no atravesaba la puerta  por ningún sitio.
            El dueño del sofá estaba  completamente extrañado pues, los que se lo trajeron, lo entraron en la habitación sin dificultad alguna y, aquella puerta no se le había tocado.
            Después de varias horas dándole vueltas,  intentando que atravesara el sofá por la puerta, se sentaron exhaustos, decididos a  desistir del intento. El dueño del sofá le dice: “Amigo, dejemos esto, porque vamos a terminar hechos polvo y no vamos a poder sacar esto de aquí.
            Al escuchar lo que decía, el vecino se quedó perplejo y le contesta:  “Pero…  ¿es que se trataba de “sacarlo”?
           

            Efectivamente, esta es la historia de muchas situaciones en la vida: en el hogar, en el trabajo, en la religión, en la política, en, en cualquier situación en donde las personas tienen que ponerse de acuerdo; con mucha frecuencia es fácil encontrarse a gente preocupada de lo mismo pero incapaces de ponerse a hablar y quedar de acuerdo para empujar en la misma dirección y resulta que: mientras unos quieren  meter el sofá, otros quieren sacarlo, al final, se hace imposible  el proyecto por más fácil que sea; esto lo estamos viendo en infinidad de situaciones en donde la cosa es tan sencilla como sentarse a hablar, escucharse y ponerse todos de acuerdo para empujar todos en la misma dirección.