Hoy me encontré con un amigo y lo
vi que se alegró mucho de verme, más de lo acostumbrado, hasta el punto que me
sorprendió bastante y quise rascar un poco en su corazón para que me dijera qué
le ocurría; no tuve que insistir mucho y rápidamente abrió su alma para
contarme sus pesares: “Murió Leli, como sabes, y ya nada es igual; quisiera
cerrar los ojos y amanecer al final del mes de enero; me siento fuera de
tiempo, fuera de contexto y fuera completamente de la vida que vivimos; no
soporto la mentira en la que nos están obligando a vivir, la prisa con la que
vivimos, la indiferencia en la que nos hemos instalado… Leli era para mí mis
pies, mis manos, mi vida, mi horizonte; no entendía la vida sin ella y me he
quedado completamente desconcertado, como quien llega a un sitio donde no
conoce a nadie y te encuentras sin casa, sin dinero y sin tener a qué echar
mano. ¿Cómo quieres que esté con alegría en esta navidad?
Es muy posible
que haya entre los que nos escuchan alguien que se encuentre así, que haya
llegado a esta situación, pero también es posible que haya muchos otros que
vienen andando en un camino que les puede abocar a este mismo sitio y es muy
bueno que nos detengamos a examinar nuestra postura, ya que con frecuencia
esperamos que nos lo den todo hecho y no nos damos cuenta que cada uno debemos
ser constructores de alegría, de felicidad para todo el que nos rodee y de
forma especial para aquellos que tenemos más cercanos.
Invito para
nuestra tertulia a escuchar tranquilamente lo que un escritor genial, Khalil Gibran, en un libro precioso que tiene
titulado “El Profeta” en el que le cuenta a sus vecinos sus ideas sobre el
matrimonio:
“Vosotros nacisteis juntos, y juntos
estaréis también cuando las alas blancas de la muerte pongan fin a vuestros
días, pues continuaréis unidos en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que
haya espacio entre los dos. Que pueda el cielo pasar entre vuestros cuerpos.
Amad, pero no transforméis el amor en una atadura. Que el uno llene el cuerpo
del otro, pero jamás bebáis los dos del mismo vaso. Cantad y danzad, estad
alegres, pero que cada uno mantenga su independencia: las cuerdas de un laúd
están solas, aunque vibren todas con la misma música. Entregad vuestro corazón,
pero no para que vuestro compañero lo posea, pues sólo la mano de la vida puede
contener corazones enteros. Permaneced unidos, pero no muy juntos, pues los
pilares de un templo están separados. El roble no crece a la sombra del ciprés,
ni el ciprés puede crecer a la sombra del roble”.